Mis Dios@s del Crepúsculo... ¡GRACIAS!

viernes, 2 de noviembre de 2012

Capítulo 3: Duras lecciones



-Idiota, ¿en serio piensas que esta porquería les va a gustar? Esto no es más que una miseria de regalo-.

Después de estas duras palabras lo único que sentí fue mi mejilla arder por la fuerte cachetada que me había dado. Sentí que mis ojos empezaban a ponerse borrosos debido a las lágrimas que se atoraban en los mismos en un intento desesperado por salir…pero no le daría el gusto de verme sufrir y mucho menos de verme derrotada.

Me quedé sentada en el piso con la cabeza gacha hasta que, por fin, oí el sonido de la campana del colegio que anunciaba la hora del recreo. Estaba pérdida en mis pensamientos pensando que demonios había hecho mal para merecer todo lo que me estaba pasando, cuando ni siquiera me había dado cuenta que todos (el resto de los alumnos y la profesora) habían desaparecido del aula.

Me apoyé en una mesa para ayudarme a mí misma a ponerme de pie porque temblaba de pies a cabeza; acomode mi cabello, de tal modo que cubriera todo mi rostro y salí de la clase directa hacia el baño.
Ya en el baño, mire mi rostro en el espejo pensando que era normal que mi mejilla ardiera, pues, el dibujo de su mano estaba completamente plasmado o dibujado en color rojo en mi cara.

No dije nada, mi voz estaba atorada en mi garganta y se negaba a salir de allí. Después de un rato apoyada en el lavabo, maldiciéndola por todo lo que me había echo, las lágrimas empezaron a caer por mis ojos, mi respiración en cuestión de segundos se aceleró y comencé a llorar fuertemente rogando a dios para que me diera fuerzas para soportar toda esta tortura y, en especial, los meses que quedaban de clase. Después, afortunadamente, no la volvería a ver en el resto que me quedaba de vida. 

Esta fue la primera vez que una profesora me echaba la bronca por un trabajo de clase que no le gustaba; por un regalo de navidad que habíamos de entregar a nuestros padres y, el cual, quedo echo añicos, polvo, porque ella lo había destrozado. También fue el primer día en que una profesora me pegaba por algo, que en mi modesta opinión, me parecía ridículo.

Se llamaba….bueno, ni siquiera merece la pena recordarlo…no vale el esfuerzo; sólo os diré que desde el momento que llegó a mi clase y a mi colegio para ejercer como maestra, supe que era una profesora bastante estricta, amante de la disciplina, del respeto y de los horarios; una persona que no se amedrentaba por nada ni por nadie. En fin, una persona a la que le gustaba enseñar a base de castigos (quedándonos los alumnos por la tarde estudiando con ella en la biblioteca hasta que te supieras la lección; después, llamaban a algún familiar para que te fueran a buscar) y, si se lo permitían, a base de golpes. Yo, por desgracia, aprendí de las dos maneras.

Mi mente comenzó a divagar por mis recuerdos cuando intenté recordar cuándo, cómo y por qué empezó todo este episodio en mi vida.

Todos estos sucesos tuvieron su principio el día en que aprendí al mismo tiempo dos duras lecciones de golpe, que jamás olvidaría en mi vida: la primera, que siendo una niña los adultos tienen y tenían más posibilidades de destrozar tu vida a su antojo si les daba la gana y hacerles ver a tus padres que tú eras la culpable de errores que nunca habías cometido; la segunda, que, a pesar de que tu familia es un pilar fundamental en tu vida (y lo seguirá siendo hasta el día en que ya no existas), hay personas a las que no puedes cambiar y hacer que te quieran y te den muestras de cariño si, obviamente, no las sienten.

No todos los familiares son iguales y, desde luego, esta persona para mí no lo era. Me cansé de sus broncas cuando me acompañaba al hospital para una consulta y se retrasaban y tardaban media hora en atenderme; cuando intentaba que en reyes se pusiera a jugar conmigo con los regalos y no me hacía caso; y demás hechos dolorosos.

Siempre he creído en ese refrán que dice que “los niños y los borrachos nunca mienten”; además, es curioso pero, desde mi punto de vista, considero que los niños tienen la verdad tatuada en los ojos (así se dice que los ojos son el espejo del alma) y, por lo tanto, con una simple mirada puedes saber si es verdad lo que te cuentan o no.

Estoy segura de que mi madre habría puesto el grito en el cielo si se llega a enterar que una profesora me había pegado sin su consentimiento; de hecho, me dio una fuerte charla la vez que le conté este suceso muchos años después.

Tal vez, debería haber sido más valiente y habérselo dicho…pero el miedo por lo que pudiera pasar y la promesa que me había hecho a mi misma me lo impedían. Además, también tenía pánico de las represalias que toda esta situación pudiera acarrear en la familia, teniendo en cuenta que fue la persona menos inesperada para mí quién dio la autorización.

Obviamente, hay cosas que prefiero olvidar de mi mente, de mi memoria y mucho más las personas que las causaron…duele demasiado pensar que alguien de tu familia pueda traicionarte de este modo; más, cuando no puedes valerte por ti misma y es, precisamente, la que debe apoyarte y protegerte contra cualquier peligro.

Que hermoso y que felicidad te embarga cuando piensas en la concepción de una familia unida y perfecta…pero, por desgracia, nosotros no elegimos la familia en la que nos toca vivir; simplemente, aprendemos a convivir en ella y a aceptar a las personas que lo forman…existe la creencia o el refrán de que “en toda familia hay una oveja negra” y en la mía había una…pero afortunadamente, como en toda buena historia, esta parte de mi relato, tiene un final feliz, pues, a pesar del sufrimiento soportado durante un año, de las broncas, la mala leche y los cuadernos de dibujo votados a la basura porque simplemente, no le gustaba como dibujabas y te hacía comprar un blog nuevo y repetir los dibujos…a pesar de todo esto, adquirí una buena destreza para el dibujo, sobre todo para pintar paisajes en carboncillo (imaginaos que mi blog, el cual, quería quedarme como recuerdo de todo lo pasado y de todo lo logrado, se lo termino quedando la profesora y, desgraciadamente, no lo pude recuperar); y, finalmente, al cambiar de clase y de edificio, jamás volví a ver a esa persona que me había hecho tanto daño en mi vida.

Bueno, a lo que iba…todo comenzó una mañana como otra cualquiera en la que la profesora estaba de ese humor tan característico de ella….ese día, todos los alumnos nos encontrábamos en la clase vestidos con nuestros respectivos uniformes e intentado adquirir nuevos conocimientos que, de algún modo u otro, nos servirían para el futuro.

Después de un día sin muchas novedades, un alumno de mi clase, Ricardo, del cual no sentía ninguna empatía (más bien todo lo contrario), me acusó delante de la profesora de haberle sustraído y, por lo tanto, robado su estuche. Al principio, pensé que se trataba de una broma cruel y pesada…pero, al cabo de un rato, me di cuenta que todos mis miedos se estaban haciendo realidad, pues, la profesora se vio en la obligación de parar la clase, la explicación y sacarnos a Ricardo y a mí al pasillo de la escuela.
Nos exigió que le explicáramos la situación de lo que había ocurrido. Por lo visto a Ricardo le habían quitado el estuche de su mesa y pensó que como yo me encontraba sentada en la mesa que estaba posicionada justo detrás de la suya, se lo había cogido yo….simplemente, porque al inicio de la clase le había comentado que me gustaba su estuche, justo cuando pasaba por delante de su mesa.

Después de esta explicación, me apresuré a responderle a la profesora lo siguiente:

-profesora, le aseguro que yo no he sido. Soy incapaz de coger nada que no sea mío sin permiso de la persona a la que le pertenece y mucho menos soy una ladrona. Por favor, revise mis cosas y compruebe que en ellas no están el estuche de mi compañero, si aún se queda con dudas; pero créame, cuando le digo que yo no lo tengo-.

Después de mi intento desesperado por defenderme de las acusaciones, nuestra profesora aún seguía mirándome con esa cara sombría y con esa expresión dura e inflexible que siempre mantenía. Al cabo de uno o dos minutos, que la verdad se me hicieron eternos, nuestra profesora respondió:

-Muy bien, señorita Alice. Lo haremos a su manera para darle la oportunidad de defenderse de las acusaciones del señor Ricardo. En cuanto entré por esa puerta y sin hacer ningún movimiento extraño acudirá a su asiento y dejará su maleta encima de su pupitre, la cual, yo personalmente revisaré. ¿Ha entendido usted?

-Si, profesora-, respondí.

-Más vale que no encuentre el objeto que el señor Ricardo considera que usted ha sustraído. De lo contrario, además de que se quedará castigada a lo largo de la semana por la tarde estudiando, informaré de este suceso en la dirección y le abriré un expediente. ¿Me ha entendido con claridad?

-Si, profesora-

-Muy bien, ambos a clase. Póngase al lado de su escritorio y deje su maleta encima de su mesa-.

Con un escalofrío recorriéndome por toda la espalda y con paso vacilante llegue a mi mesa…estaba muy nerviosa…mi cuerpo temblaba, mi mente estaba embotada y mis manos sudaban y temblaban, pues, en un intento vano de coger la maleta del asiento de la silla se me cayo al suelo. Rápidamente, la recogí y la deje encima de la mesa, rogándole a dios que todo saliera bien, que se descubriera la verdad y suplicando que nadie me hubiera echo una jugarreta y hubiese colocado el objeto de la discordia en mi mochila.

Mientras la profesora revisaba mi maleta en busca del objeto perdido, mi cuerpo se paralizo, no podía respirar y lo único que pensaba era que toda esta pesadilla terminara lo más rápidamente posible…pero que terminara bien. Después de que la profesora volteara todas mis pertenencias en la mesa y darse por satisfecha de que no encontraría nada, se me abrió el cielo y pude respirar tranquila, reflejando una simple y pequeña sonrisa en mi cara.

Paso seguido, la profesora me miró con su fría mirada y se dirigió rápidamente al centro de la clase. Allí, dando un golpe en la mesa con el borrador de la pizarra y con voz fuerte y clara, dijo:

-En esta clase ha habido dos faltas de respeto; la primera, haberme hecho parar la clase por un suceso de robo, sustracción, al que todavía no se le ha puesto solución, pero que estoy segura que en la próxima hora se resolverá; y, la segunda, el haber acusado a una compañera sin pruebas de la magnitud de un suceso como éste. Sea como fuere, no puedo permitir dejar la situación como ésta, así que, o en media hora, sale a la pizarra la persona responsable de toda esta situación o todos os quedáis castigados sin recreo sentados en vuestros pupitres y por la tarde ha estudiar en la biblioteca, ¿entendido?

-Si, profesora-, dijimos todos al unísono.

-Además, yo misma me encargaré, posteriormente, de encontrar al responsable de este incidente y de abrirle un expediente escolar-.

Desafortunadamente y, como era de esperar, nadie salió a la pizarra, así que maldiciendo mi suerte y pensando que todos eran unos cobardes, me quedé castigada tanto en el recreo como después de clases en la biblioteca estudiando.

Lo que nunca jamás me hubiera imaginado fue lo que ocurrió cuando me vinieron a buscar. La profesora comentó, con mi mayor sorpresa en mi rostro, que era una buena alumna, aplicada y correcta en lo que a la tarea se refería y a mi comportamiento en clase. Pero que (obviamente, tenía que haber un pero) si quería que esas costumbres y esa disciplina no desaparecieran y me volviera una malcriada, que eligiera un mal camino, vaga e indiscreta con mis comentarios y mis contestaciones, necesitaba seguir aplicándome mano dura; lo cual, implicaba, si la persona responsable daba su permiso (en este caso, el familiar que me fue a buscar) que sus castigos fueran dados tanto de esta manera como físicamente.

Al oír toda esta barbaridad que nadie en su sano juicio aceptaría me quedé bloqueada, paralizada en mi lugar, en mi posición, sin saber como reaccionar. Esperé pensando que esa persona sería mi ángel, que le diría un par de palabras a esa mujer por su incorrección y que, obviamente, se negaría. Pero jamás pude esperar la contestación que oí y que salió de sus propios labios:

-Si, puede usted hacerlo. Tiene usted mi consentimiento.

-Muy bien, perfecto. Me alegra saber que usted es una persona tan comprensiva. No se preocupe, haré de esta alumna una chica de provecho. Buenas tardes-. Se giró hacia mí y me dijo: -nos vemos en la clase de mañana, Alice-.

-Buenas tardes, profesora-.

No se de donde saque las fuerzas para responder (bueno, si lo sé…no quería que me castigarán por una falta de modales)…estaba sumida en mis pensamientos…mi cuerpo se movía solo…pensando en que era imposible que todo esto me estuviera pasando a mí…que tenía que estar soñando, que tenía que estar metida en una pesadilla, porque ninguna persona en su sano juicio hubiera dicho nada parecido.

Llegué a mi casa y a mi habitación, todavía dándole vueltas en mi cabeza a todo lo sucedido en estos días, pensando que mi única solución era comportarme de la mejor forma posible, ser la mejor alumna que nunca hubiera sido para intentar pasar todo este año sin el menor incidente posible…repitiéndome a mi misma que sólo era un maldito año, un maldito año….después de  eso, todo cambiaría, todo cambiaría.

Ojalá sea verdad, ojalá sea cierto.


Chic@s, aquí tenéis el nuevo capítulo de esta historia. Espero que os guste...la verdad es que me costó bastante escribirlo porque he tenido que remover muchos sentimientos...pero aquí está!!!! :)
Este capítulo está dedicado a todos vosotros que hacéis posible, aunque sólo sea viendo la página, el darnos las fuerzas que necesitamos para seguir dejando volar nuestra imaginación. Muchos besos y abrazos para tod@s!!!!! CM

4 comentarios:

  1. joe con el profe ese y su mano tan ligera....la verdad es que yo nunca me he encontrado con un profesor de esas caracteristicas,aunque estoy seguro de que en mi caso se habria llevado una buena denuncia ya que yo de pequeño no me cortaba un pelo para esas cosas.....aunque ya de grandecito me relaje bastante.....

    una experiencia que debe de ser sumamente frustrante la verdad.

    pd:felicidades¡¡ vas escribiendo con mucha mas soltura,sigue asi¡¡ un besito¡¡

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    1. Gracias, niño!!!! :)
      Tú siempre tan amable...tal vez debería haberlo hecho pero ciertas decisiones me impulsaron a actuar de esa manera...
      Espero que, a pesar de lo duro, lo hayas disfrutado!!! :)
      Muchos besos y abrazos,
      CM

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  2. Cariño!!!!
    Genial... absolutamente genial!!!!!
    Neni, escribes de maravilla y es verdad lo q dice tu chico, escribes con mas soltura.
    Como ya te dije cuando tuve el privilegio de leerlo antes q nadie, a pesar de los sentimientos tan fuertes, ha sido maravilloso. La verdad q es increíble la situación... Espero, de verdad, q todo esto te ayude para terminar de cicatrizar tus heridas.
    un besazo enorme,
    Romiina R.

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    1. Romi,
      Muchas gracias por pasarte y por dejar tus comentarios!!!! :)
      Sabes que es muy importante para mí y para cualquier persona que haga lo que nosotras hacemos, jejejjee :)
      Me alegro de que te haya gustado y de que pienses tan bien de mí...no te preocupes por el resto, ok??? esas heridas están más que cicatrizadas, aunque a veces me duela pensar que todo podía haber sido más fácil si hubiese sido más valiente...no lo se...
      Muchos besos y abrazos, guapa.
      CM

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