Mis Dios@s del Crepúsculo... ¡GRACIAS!

martes, 25 de febrero de 2014

INOLVIDABLE


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Capítulo 48: Lo más bonito de mi vida.
Edward pov.
Sin duda, era la mujer más hermosa de todas…
No podía apartar la mirada de sus suaves hombros, de su delicada espalda, de su sexy trasero…
Y pensar en lo que pasó anoche, me ponía la piel de gallina.
¿Cuándo se dará cuenta que es realmente atractiva para todos? ¿Qué es la mujer más caliente que podría haber visto jamás?
Y lo peor de todo esto era cuando mi autocontrol estaba al límite… eso solía pasar por las noches, cuando dormíamos… más bien cuando ella dormía y yo la vigilaba como un auténtico enfermo.
No sé las innumerables duchas de agua helada que me había tenido que dar, en las últimas semanas, para que mi excitación bajara. Pero la realidad era que, su trasero restregándose, inconscientemente, sobre mi pobre “eddie” mientras dormía, no ayudaba en lo más mínimo.
De nuevo, pensé, inconscientemente, en sus gruesas lágrimas que se derramaban por su hermoso rostro y en su mirada desolada diciéndome que sentía que la iba a dejar en cualquier momento…
Se me puso el bello de punta con tan sólo pensarlo.
Joder… si mi vida sin ella no tendría ningún sentido. 
-Tío- Emmett me sacó de mis pensamientos- Voy al baño- le miré ceñudo.
-¿Para…?- sabía perfectamente lo que haría con Rose en un baño encerrado…
-Para… ¿mear?- me dijo negando divertido- Eddie… vas a ser papá en breve, asienta la cabeza, hombre- me golpeó “suavemente” en la espalda y se levantó con su sonrisa de niño, enseñando los hoyuelos.
Rodé los ojos.
Éste no cambiaría nunca.
-Baila conmigo, mi vida- me tendió la mano mi madre y le sonreí torcidamente- Oh, querido, te pareces tanto a tu padre con tu edad…- me sonrió maternalmente y me besó en la mejilla antes de tirar de mí y llegar a la pista de baile.
-Seguro que yo soy más guapo, mamá- le dije con una sonrisa socarrona y ella soltó una carcajada preciosa.
-Sí, pero no se lo digas a tu padre- solté una carcajada y comenzamos a bailar.
La verdad que me alegraba de que mi padre me hubiera enseñado a bailar tan bien, ahora podría bailar casi cualquier cosa con elegancia.
-¿Qué tal Bella?- me preguntó de repente y la miré a los ojos.
-Hermosa- le dije a boca llena y mi madre sonrió ampliamente.
-Esa mirada de amor sí que es igualita a la de tu padre- admitió con una risilla y yo asentí complacido- Tenéis tanta suerte, mi niño, os veo tan felices que me entran ganas de tener veinte años menos…- le besé en la frente con ternura y seguí mi paso.
-Bueno… ahora podréis disfrutar de vuestro nieto en dos semanas, mamá, así que recordarás bastante cuando nos tuviste- ella asintió sonriente.
-Y que lo digas…- la canción terminó y besé a mi madre en la mejilla antes de entregársela a mi padre.
-Cuidado con la mujer más bella de todas, muchacho- dijo mi padre con esa sonrisilla socarrona, tan igual a la mía.
Sonreí ampliamente.
-Faltaría más, cuídala, se merece lo mejor- le guiñé un ojo a mi madre y éste se ruborizó con una sonrisa.
Fui a sentarme a nuestra mesa y me extrañó no ver a Bella ya de vuelta.
-Tu mujer está hermosa, cariño- Al me abrazó desde atrás y enrolló sus pequeños brazos en mi cuello.
-Lo es- coincidí con ella y le besé en ambas manos- ¿Dónde está mi pequeña brujilla?- Al soltó una carcajada contagiosa.
-Está con su nueva tía Leah, enseñándosela a sus amigas- me besó en el tope de la cabeza y se sentó a mi lado- No quiero que te asustes…- mi cuerpo, involuntariamente, se puso rígido y la miré directamente a los ojos, ésos tan iguales a los míos.
Cada vez que Alice decía esa frase, pasaba algo y la mayoría de las veces, era horrible.
-¿Qué pasa Alice?- le dije alarmado, conociendo tan bien el sexto sentido tan raro que tenía mi hermana.
-Presiento algo muy feo…- suspiró y me cogió ambas manos.
-¿Y por qué me lo dices a mí? ¿Tiene algo que ver con Bella o con el bebé?- ella cerró los ojos brevemente y los volvió a abrir, pero ésta vez tenían un brillo de tristeza.
-No sé por qué te digo esto… es una tontería- intentó irse, pero se lo impedí.
-No, Alice, dímelo- clavé aún más mi mirada en la suya.
-No lo sé exactamente, Edward, pero sí, tiene que ver con Bella…- cerré los ojos y los volví a abrir al cabo de los segundos- Por cierto… ¿dónde está?
La busqué involuntariamente con la mirada por toda la carpa y no la vi en ningún lugar.
-Ha ido con Rose al baño- fruncí el ceño y pensé que ya deberían haber vuelto hacía un rato- Ya debería estar aquí.
Alice se levantó y yo hice lo mismo que ella en un nanosegundo.
En ese momento, llegaron Rose y Em, muy acaramelados y riéndose a carcajadas.
-Chicos- les llamé reuniendo toda la paciencia que podía reunir en ese momento- ¿Dónde está Bella?- los dos pararon de reír y me miraron seriamente.
-Emmett nos encontró de camino y lo acompañé al baño- dijo Rose a modo de explicación y su cara palideció- Y Bella venía para acá- fruncí el ceño y mis puños se apretaron fuertemente, tanto, que temía que me partiese los nudillos.
-Oh, Dios mío…- murmuró Alice y miró a todas partes.
-¿No ha llegado aún?- la voz de Emmett era seria, esa a la que nunca le veías, a excepción de momentos de verdadera gravedad.
-¿La ves aquí?- me estaba empezando a desesperar y lo estaba pagando con quien menos culpa tenía- Perdona, tío…- le dije arrepintiéndome al instante de mi tono.
-No te preocupes- mi hermano se separó de su esposa y me palmeó la espalda- La encontraremos.
Ahí mi mundo cayó a mis pies y comencé a moverme como un puto psicópata.
-Yo iré contigo- intervino Emmett a mis espaldas- Al, avisa a todos y que busquen por todas partes.
Nos encaminamos a la dirección de los baños y cuando salimos de la carpa, algo brillante llamó mi atención.
Me paré en seco y me agaché para cogerlo.
-Es el pendiente de Bella…- cerré los ojos, conteniendo las enormes ganas de llorar que tenía en este momento.
Esto no pintaba bien y estaba seguro que era toda mi maldita culpa.
JODER.
-Eh, tío, tranquilo, no te martirices- Emmett me ayudó a levantarme y nos dirigimos hacia los baños.
Buscamos por todos y cada uno de los rincones de la enorme finca, con el gerente al cargo, y no encontramos nada referente a Bella.
-¿Están seguros de que no se ha ido de la fiesta?- preguntó el gilipollas estirado, lo fulminé con la mirada.
-¿Cree que mi mujer de ocho meses y medio de gestación puede irse sola de aquí?- le escupí en la cara y él negó enfáticamente.
-¿Qué hay en los alrededores?- intervino Emmett viendo mi cara de asesino en serie.
-Detrás de la finca hay un bosque enorme- no sé por qué, pero me vino una sola persona a la cabeza.
Tanya.
¿Podría ser capaz? ¿Podría atreverse si quiera?
¿Todavía debería haber pasado más para que te des cuenta que es capaz de todo? Me gritó la voz de mi maldita conciencia y supe que tenía razón.
-Emmett, vamos al bosque- le dije inmediatamente, dejando al engominado ahí parado.
Corrí, corrí y corrí como si mi vida dependiera de ello y escuché la voz de Jake a lo lejos.
-¡SOCORRO! ¡SOCORRO!- gritaba desesperado y a este punto, lo veía todo rojo.
Corrí, dejando atrás a Emmett, y llegué al sitio dónde provenía la voz.
La imagen más horrible y demoniaca se plantó antes mis ojos…
Bella estaba con los ojos cerrados, con las lágrimas surcando sus sonrosadas mejillas, dejando un reguero hasta su cuello de cisne. Su boca estaba entre abierta y sus manos cogían su vientre con fuerza y determinación.
Bajé más mi mirada y pude ver cómo su vestido estaba empapado desde su cintura hasta sus pies.
Y eso sólo podía significar una cosa.
-¡EDWARD!- me gritó Jake y parpadeé rápidamente antes de acercarme a ella.
-¿Qué ha pasado?- le dije sin apenas voz y puse dos dedos en el interior de su muñeca, tomándole el pulso.
-Se ha desmayado y creo que ha roto aguas…- dijo el pobre chico y yo la cogí en brazos, agradeciendo a Jake con la mirada- Una mujer morena estaba con ella…- Jake señaló a un cuerpo tirado en el suelo, el cual no me había percatado hasta ahora.
Era Tanya.
La mujer por la que más arcadas y odio sentía en este momento.
Y me juré en ese momento que si algo les llegara a pasar a las dos personas más importantes de mi vida, mataría a Tanya con mis propias manos.
-Jake, es Tanya, mi ex, te lo explicaré cuando tenga tiempo- él asintió- No dejes que se vaya y por favor, llama a la policía.
-Claro que sí, joder…
Me encaminé rápidamente hacia dónde estaba Emmett.
-¡PAPA, AQUÍ!- gritó Emmett y lo que pasó a continuación fue un maldito caos.
Corrí con Bella en mis brazos y mi padre y toda la familia llegaron cuando salí del bosque.
-¿¡QUÉ HA PASADO!?
-¿BELLA?
-¿¡HA ROTO AGUAS!? HAY DIOS MÍO…- mi madre se había percatado de lleno.
-¡JODER!- grité exasperado y en ese momento sentí que Bella se removía.
-¿Ed… Edward?- parpadeó rápidamente y sus ojos se encontraron con los míos.
-Mi vida- sonreí por primera vez antes de que este caos comenzara y le besé en la frente.
-Oh, dios mío, Edward, he roto aguas…- intentó moverse, pero se lo impedí.
-Lo sé, preciosa, lo sé- la tranquilicé.
-Carliste, el coche está listo- intervino Jazz y me giré en su dirección y me encaminé hacia la entrada de la finca.
-Vamos, hijo, no hay tiempo que perder- mi padre tocó la frente de Bella y le sonrió.
Llegamos al Mercedes de mi padre en un minuto y dejé a Bella, con mucho cuidado, tumbada en los asientos traseros y yo me senté en el hueco libre, poniendo su cabeza en mis muslos.
Emmett se metió en el asiento del copiloto y mi padre arrancó casi con violencia y pronto nos incorporamos a la autopista.
-No dejes que le pase nada, Edward, por favor- varias lágrimas comenzaron a derramarse por el rostro de mi mujer y mi alma se rompió en dos.
-Ni a ti ni a nuestro bebé os pasará nada, mi vida- le besé en la frente y su cuerpo se sacudió de dolor.
-Oh, ¡mierda!- rugió con sus ojos cerrados y supe que era una contracción.
-Bella, respira hondo- hice lo mismo que les enseñaban en sus clases de pre parto y lo que tantas veces había tenido que hacer para ayudar a nacer a tantos niños.
-Hola, aquí el Doctor Cullen, director del Hospital de Manhattan- mi padre estaba hablando por el manos libres- Necesito que tengan lista una camilla y un paritorio en cinco minutos- ¿cinco minutos? ¿Enserio íbamos a llegar en cinco minutos? Mi padre me miró con el espejo retrovisor y asintió como leyéndome el pensamiento.
-Por supuesto, Doctor Cullen- creo que era Sarah- Ya está listo, no se preocupe.
-¡JODER!- Bella me cogió la mano y la apretó tan fuerte que ni siquiera sentía el bombear de la sangre en ella.
 Le besé en la frente y luego en los labios.
-Tranquila, mi vida, ya queda poco…- ella asintió y respiró profundo.
Expiró e inspiró repetidas veces.
-Tiene contracciones cada minuto y medio, estará aquí pronto- dijo mi padre y levanté la mirada- Eso es bueno- asentí sabiendo el punto y dirigí mi mirada al cuenta kilómetros.
Vale, doscientos cincuenta kilómetros por hora…
Me importaba un carajo la velocidad, las posibles multas y todo en general.
Sólo quería que mi mujer y mi hijo no corrieran ningún peligro.
Dicho y hecho, en cinco minutos llegamos a la puerta de Urgencias.
Bella pov.
Esto dolía como el propio infierno.
Parecía que tenía la regla y tenía un jodido dolor de ovarios multiplicado por quinientos mil. Y lo peor era, que como bien había dicho Carliste, lo estaba soportando cada minuto y medio.
-Te amo- susurró Edward antes de sacarme del coche y tumbarme en la camilla que me esperaba junto con cinco médicos, entre ellos, pude distinguir la melena de Carmen.
-Vamos, preciosa, que pronto verás su carita- la pobre mujer me quitó el sudor que tenía en la frente y me acarició la mejilla.
La camilla comenzó a moverse rápidamente y con ella, todos los médicos de su alrededor.
Ni Edward Ni Carliste dejaron de apretarme las manos, uno a cada lado de la camilla, mientras nos adentrábamos en el hospital.
-Carliste, está todo preparado, el anestesista está esperando en el paritorio- le dijo un médico a mi suegro y éste asintió.
-Chicos, vamos a ayudar a nacer a mi nieto- mi suegro me sonrió tiernamente y me besó en la frente cuando entramos en el ascensor.
-Agg- grité doblándome de dolor nuevamente.
J O D E R.
Si hubiera sabido que esto dolía tanto, le hubiera cortado el miembro a mi querido esposo.
-Tranquila, pequeña- susurró Edward acariciando mi mano, indicándome que no fluía sangre en la suya por mi agarre. La solté de inmediato y su sonrisa se amplió- Inspira, expira- le hice caso- Así.
Sus esmeraldas no dejaron mis ojos en ningún momento, mirándome tan intensamente que nada más importaba alrededor. Éramos, él, nuestro bebé y yo.
Sentí que el ascensor se paró, indicándonos que habíamos llegado a nuestra planta y de nuevo, una carrera hasta llegar al paritorio.
En este momento, sólo podía concentrarme en mi bebé. Miré hacia mi abultadísimo vientre y un olor a desinfectante y alcohol llenó mis fosas nasales.
Edward me soltó y lo miré horrorizada.
-No me dejes- musité con un miedo. El mismo miedo que sentí cuando el hijo de puta de Thomson dijo que mi hijo estaba deforme.
Varias lágrimas se escaparon, casi sin permiso, de mis ojos.
-No voy a ninguna parte, mi vida, voy a ponerme la bata- me aclaró con una sonrisa antes de agachar su cabeza y besarme en la frente- Me haces el hombre más feliz de todos, princesa- sus tiernas palabras provocaron más lágrimas por mi parte y sonreí sin poder evitarlo.
-Te amo- susurré antes de sentir que me movían y con una facilidad increíble, me pusieron en la camilla del paritorio.
Me rajaron el vestido y automáticamente, me pusieron la típica bata de hospital, mi ropa interior también había desaparecido en un santiamén. Yo sólo podía buscar a Edward.
-¿Edward?- lo llamé y otra contracción se clavó en mi cuerpo como una condenada.
Grité desesperada.
-Estoy aquí, mi amor- me quitó el flequillo que se había pegado en mi frente y me la besó antes de acariciarme las mejillas, con ternura, quitando el reguero de lágrimas. Agarró mi mano justamente como la tenía hacía tan sólo unos segundos y cerré los ojos del dolor desgarrador que estaba soportando.
-TE JURO, EDWARD CULLEN, QUE COMO ME DEJES OTRA VEZ EMBARAZADA, ¡TE LA CORTO!- rugí fuera de sí abriendo los ojos de golpe y él palideció.
-Vamos, joder, que ha roto aguas hace veinte minutos y ya sabéis lo que pasa- declaró Carliste y no pude evitar mirarle.
-¿Qué pasa?- otra contracción me dobló de dolor y rugí como si estuvieran cortándome por la mitad- ¡DIOS!- cerré los ojos y no sentí que me habían puesto el gotero hasta que un cable impidió que mi mano fuera al otro extremo de mi vientre.
-Epidural- dijo Edward tajantemente y yo lo miré horrorizada.
Otra vez no, joder, ahora no. La misma discusión no.
Otra contracción.
-Vamos, incorporadla- dijo el que supuse era el anestesista.
-¡QUE NO QUIERO EPIDURAL NI LECHES!- grité desesperada y de nuevo, otra contracción.
Ahora me arrepentía de lo que acababa de decir.
El dolor era desgarrador e iba aumentando considerablemente en segundos…
No podía imaginar algo con qué compararlo.
-Vale, sin epidural…- intervino mi suegro poniéndose unos guantes de látex y poniéndose al lado de Carmen, o eso creía.
-Tiene diez centímetros de dilatación- dijo Carmen, verificando mi pregunta no formulada y de nuevo, otra contracción hizo que ahogara un gemido de dolor, apretando mi espalda contra la camilla más fuertemente, sintiendo un fuego en mi bajo vientre- Está lista- concordó y Edward me cogió la cara para que lo mirase sólo a él.
-Cariño- me sonrió tranquilizadoramente- Ahora vas a empezar a empujar, ¿vale?- asentí y una lágrima se escapó involuntariamente de mi ojo izquierdo- Tú puedes, mi vida, vamos a conocer a nuestro hijo- me besó en la punta de la nariz y supe que éste era mi momento.
-Vale- susurré y empujé con todas mis fuerzas.
Sentí cómo mi hijo resbalaba un poco de donde estaba encajado anteriormente. Me quedé bloqueada momentáneamente por cómo el cuerpo humano podía adaptarse a este gran cambio… al nacimiento de un hijo.
Sonreí, a pesar del enorme cansancio que se acumulaba en mi cuerpo y el dolor indescifrable que sentía en todo mi ser.
-Así, es, mi niña, sigue- me incitó Carmen y empujé de nuevo, apretando la mano de Edward con más fuerza que antes. Cayendo en la camilla nuevamente, completamente exhausta y cansada.
Edward me limpió la frente de sudor y luego me besó la mejilla.
-Tú puedes, princesa- susurró y abrí los ojos con fuerza antes de mirarle.
Sus ojos tenían ese brillo especial que le había visto cuando le dije “si, quiero”, ese brillo cuando le dije “estoy embarazada”, pero tenía un matiz diferente. Ese matiz que le había visto a mi padre tantísimas veces cuando me sentaba en su regazo y le contaba cómo me había ido el cole, ese mismo matiz que veía en Carliste cuando observaba, maravillado, a sus tres hijos.
Sí, la mirada de un auténtico padre.
Volví a sonreír, pero esta vez con cansancio.
-Bella, cariño, ya vemos su cabecita- dijo Carliste emocionado, para que no me rindiera, pero yo sólo tenía ojos para Edward.
-Hermosa, eres fuerte, vamos, otro empujón más- me susurró Edward mientras posaba su mano en mi antebrazo.
Y eso fue lo único que me bastó para forzar a mi cuerpo a que hiciera un poco más de esfuerzo. Apreté aún más y mi cuerpo cayó lacio en la camilla, ya no podía más…
-¡Vamos, preciosa!- Edward medio gritó alentándome a que siguiera y yo abrí mis cansados ojos y muchas lágrimas cayeron por mis mejillas.
-No puedo más- cerré mis ojos, totalmente agotada.
No podía… había llegado más que al límite de mis fuerzas.
-No puede respirar… tiene el cordón umbilical alrededor de su cuello…- abrí los ojos de golpe al escuchar la voz de Carliste y saqué las fuerzas de dónde nos las tenía y me incorporé con un dolor horrible en mi pelvis.
-¡ANESTESIA!- rugió Edward y vi por el rabillo del ojo, que el mismo hombre de antes me inyectaba un líquido blanco y viscoso en la vía que tenía abierta en mi mano.
-¡Sácalo, Carliste, no dejes que se asfixie!- grité a todo pulmón, con gruesas lágrimas rodando por mis mejillas, antes de sentirme atontada.
-Hay que sacarlo ya- murmuró Carmen y Carliste se puso en su lugar, entre mis piernas y pidió un bisturí.
Ni siquiera con eso, pude dormirme.
-Bella, ¿cómo te encuentras?- Edward estaba muy preocupado, bastante.
-Atontada…- cerré los ojos y volví a abrirlos rápidamente cuando sentí algo líquido y caliente caer por debajo de mi trasero.
¿Sangre? ¿De dónde?
¿Acaso era de mi bebé?
¡SE ESTABA ASFIXIANDO!
-POR DIOS, SACAD AL BEBÉ YA, ME IMPORTA UN CARAJO SI ME DUELE O NO, ¡SÁCALO, YA, CARLISTE!- grité como nunca lo había hecho en mi vida, desgarrándome la garganta e incorporándome en la camilla envalentonada.
Me daba igual sentir más dolor, tenía que nacer mi hijo y tenía que nacer ya.
-¿Cuánta anestesia le has puesto?- preguntó Carliste, pero yo estaba tan absorta en los ojos de mi marido que ni siquiera escuché la respuesta.
La mirada de Edward estaba muy preocupada, pero él intentó sonreírme para tranquilizarme, haciendo que su preciosa boca se tornara en una mueca.
-Debería haberla dormido ya- dijo Edward sin dejar de mirarme.
Y en ese momento sentí algo que se removía en mi interior. Como si algo estuviera dando vueltas lentamente.
-Estoy consiguiendo quitarle el cordón umbilical del cuello- dijo Carliste orgulloso y a los pocos segundos, sentí como algo se resbalaba de mi interior y me quedaba completamente vacía.
El sonido más precioso de todos, inundó toda la sala.
El llanto fuerte y poderoso de mi bebé, de mi hijo. De nuestro hijo.
Lloré y caí agotada en la camilla, con el sudor corriéndome hacia abajo y mi mirada se inyectó más profundamente en la de Edward por enésima vez.
-Lo has conseguido, princesa- me besó en los labios y juro por Dios que se sintió como en el cielo.
Sonreí ampliamente por primera vez desde que toda esta locura se desató y busqué a mi bebé, inquita y nerviosa, e inmediatamente, vi cómo Carliste se lo entregaba a Edward, envuelto en una mantita y se giró hacia mí.
-¡ES UN NIÑO!- gritó con los ojos más brillantes que jamás le había visto en la vida- ¡NUESTRO NIÑO!- gritó una vez más antes de besarle en toda la carita, consiguiendo que nuestro hijo se calmara casi al instante.
Sonreí como si fuera mi última sonrisa y me lo puso en el pecho rápidamente.
La carita más pequeñita y hermosa que jamás podría haber visto, se puso cerca de la mía.
-Mi niño- susurré emocionada con miles de lágrimas recorriendo mi rostro y le besé en el tope de su cabecita, lo que provocó que abriera sus ojitos.
Estaba manchado de sangre y de una sustancia viscosa, que supuse sería los restos de la placenta y demás, pero aun así era un angelito hermoso, tierno y dulce.
Sus ojos eran del mismo color que los de Edward, tan verdes como las esmeraldas y las pestañas, espesas y larguísimas. Su pelito era una suave pelusilla de color bronce, pero sin duda, su boquita y su nariz eran como la mía.
Su carita estaba un poquito morada por el esfuerzo y le besé en toda la carita sin poder evitarlo.
Mi hijo.
Mi niño.
Mi bebé.
El bebé más hermoso de todo el mundo.
-Mi hijo…- Edward estaba muy emocionado, tanto que sentí sus lágrimas caer por mi cuello cuando nos abrazó a ambos- Os amo- susurró con voz ahogada y sonreí ampliamente con más lágrimas en mis ojos- Gracias por entrar en mi vida, preciosa- susurró en mi oído, sintiendo sus fuertes brazos alrededor nuestra- Gracias por darnos a esta personita, que sin duda, querré más que a mi propia vida- más lágrimas cayeron incontroladas por mi rostro y con mi brazo libre, acaricié el suave cabello de su nuca.
-Gracias a ti por hacer esto posible, Edward, me haces sentir completa y la mujer más feliz que pueda existir en la tierra…- me besó en el cuello y dejó su cabeza ahí, rozando con sus labios el tope de la cabecita de nuestro bebé.
-Es precioso- pude escuchar a Carmen- ¡Y UN NIÑO TÍMIDO!- todos soltamos una pequeña carcajada al entender el punto de Carmen.
-El nieto más guapo de todos- ahora Carliste, con voz muy emocionada también- Es precioso, papás- nos dijo con algunas lágrimas cayéndoles por su rostro y me acarició la mejilla- Gracias por darme este guapísimo nieto, hija- le sonreí y miré hacia abajo, hacia la carita de mi niño.
-¿Qué pasa, pequeño?- cerró los ojitos y su respiración se acompasó.
Se había quedado dormido y yo también me estaba durmiendo.
Edward se separó lo justo de mí y me besó en los labios con fascinación.
-Gracias por darme la personita más hermosa de todas- me volvió a besar y volvió a repetir con la voz más cargada de ternura que podría existir jamás, y yo comencé a cerrar los ojos. Me pesaban los párpados.
-Gracias a ti por hacerlo realidad- le sonreí débilmente y besé a mi pequeño antes de entregárselo a Edward.
No tenía palabras para describir cómo me sentía en este momento. Le agradecería durante toda mi vida a mi hombre por hacerme la mujer más feliz de todas.
-Dámelo, yo misma me encargaré de bañarlo- fue lo último que escuché por parte de Carmen antes de caer en la inconsciencia.
Estaba en las nubes, pero sobretodo, estaba en paz conmigo misma.
Parecía como si me hubiera quitado un gran peso de encima, es más, me sentía como vacía, como si mi niño nunca hubiera estado dentro de mí.
Deseché ese último pensamiento y su carita se formó delante de mí.
Por Dios, era el bebé más bonito que había visto en mi vida. Y no era porque era mi hijo, ni por amor de madre, era porque era verdad.
Sentí claridad en mis ojos y parpadeé un par de veces, antes de abrirlos por completo.
-Bella…- susurró esa voz aterciopelada de la que estaba completa e incondicionalmente enamorada.
Sonreí como una idiota al instante y vi cómo se acercaba rápidamente.
-¿Y mi niño?- dije desesperada y él soltó una risilla y me besó en los labios antes de sentarse a mi lado.
-Nuestro niño- me aclaró y yo asentí divertida- Pues está llorando porque quiere comer y le hemos tenido que dar medio biberón, él con un cuarto no se ha saciado…- abrí mucho los ojos y me incorporé, provocando que un dolor abrasador en mis partes bajas me parara en seco- Tranquila- me acarició la mano dónde tenía inyectada la vía y me ayudó a que me tumbara de nuevo- Te han puesto ocho puntos, hermosa- me sonrió.
-¿Ocho?- estaba realmente sorprendida- ¿Y cuándo me los han puesto? No he notado nada… ni si quiera cuando Carliste tuvo que rajar mis paredes vaginales- sus ojos se abrieron de golpe.
-¿No has notado nada? ¿ENSERIO?- medió gritó medio susurró.
-No…- susurré frunciendo el ceño y él me acarició la mejilla con mucha suavidad.
-Bueno… en realidad es muy común que pase eso- me aclaró y profundicé más mi mirada en la suya- Estabas más pendiente de que nuestro hijo estuviera bien que en tu propio bienestar, por lo que la subida de adrenalina ha provocado que no sientas nada…- asentí entendiéndolo a la perfección, pero yo quería a mi niño ¡ya!
-Cariño- le llamé cortando la verborrea- Quiero ver a nuestro niño- le sonreí ampliamente y me cogió la cara con ambas manos.
-Por supuesto- me aseguró y pegó su frente a la mía- pero antes tenemos que decidir una cosa importante- volví a fruncir el ceño- Tenemos que ponerle nombre- solté una pequeña risilla, sabiendo que tenía razón.
-Vale… creo que está claro, ¿no?- alzó su perfecta ceja cobre.
-¿Segura?- insistió como tantas veces había hecho en estos últimos meses decidiendo sobre los posibles nombres, ya que no sabíamos el sexo.
-Segurísima, ¿qué mejor nombre que el de su papá?- sonreí de nuevo y él apretó sus labios contra los míos.
Un beso suave, pero insistente y caliente, que me hizo casi olvidar el por qué todavía no tenía a mi niño en mis brazos.
-Mi vida…- le llamé y él se apartó unos centímetros de mí.
-Edward Anthony Cullen Swan…- susurró fascinado- Me encanta.
Me volvió a besar, adentrando su lengua en mi boca y provocando que mis dedos se enrollaran en los pelos de su nuca, atrayéndolo a mí con fuerza y gimiendo casi al instante.






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¿QUÉ OS HA PARECIDO?
CUANDO ESTABA ESCRIBIENDO EL CAPI ME HE IMAGINADO LA CARITA TAN PRECIOSA Y PERFECTA DE NUESTRO "PEQUEÑO" EDWARD, ¿OS HA PASADO LO MISMO? Y CÓMO SE HAN COMPORTADO EN EL PARTO, ¿QUÉ OPINÁIS?
PERDONAD EL RETRASO, PERO HA SIDO IMPOSIBLE SUBIR ANTES ;)
ESPERO, COMO SIEMPRE, VUESTROS MARAVILLOSOS Y ALENTADORES COMENTARIOS.
MILLONES DE BESOS Y ABRAZOS,
ROMIINA DALYN.


martes, 18 de febrero de 2014

¿AMARTE U ODIARTE?


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Capítulo escrito por Yess y Romiina.

Capítulo 14: Macabro destino.

Yess pov.

-¿Te molesta?- el dedo de Jazz tocó suavemente la gasa que tapaba la vena donde me habían sacado sangre hacía tan sólo unos minutos.

-No, no me duele nada- le aseguré y le sonreí.

La verdad es que nada más decirle al médico de urgencias lo que me había pasado con la intoxicación, inmediatamente me dieron los cuatro tubitos convenientes para hacerme una analítica de sangre.

Para descartar había dicho.

-¡Yess!- me llamó la enfermera que me había tratado la intoxicación y una sonrisa se formó en mi cara cuando la vi.

-¡Sarah!- grité y me levanté para abrazarla- ¿Qué tal?

-Muy bien, venía a llamarte y a preguntarte qué tal estás, la verdad que cuando he vuelto a ver tu nombre en la ficha, me he asustado- esta mujer me recordaba tanto a la madre que nunca tuve…

Me trataba con tanto cariño y amor con ese instinto tan maternal… que no podía evitar el preguntarme por qué no me habría tocado una madre así.

-No, Sarah, no te preocupes- la tranquilicé- Es que llevo unos días vomitando y Jazz es un pesado…- le dije señalándolo con la barbilla y Jazz se puso a mi lado enseguida-

-Te he escuchado…- Jazz me sonrió ampliamente antes de besar la mano de Sarah- ¿Qué tal, Sarah?

-Ahora estupendamente- le sonrió arrebatadoramente y Sarah soltó un suspiro.

Te entiendo, Sarah, realmente entiendo tu actitud.

No pude evitar soltar una risilla.

-Ya veo que no dejas a la niña ni un segundo, me gusta- le guiñó el ojo y Jazz amplió su sonrisa.

-Nunca la dejaré, es toda mi vida- le aseguró Jazz y yo quise derretirme en ese momento, ¿cómo se podía ser tan perfecto?

-Oh, por favor, ¡pero si es perfecto!- Sarah era todo un drama y sonreí ampliamente.

-Lo es, sin duda- coincidí con ella y Jazz me besó en la mejilla.

-¡Basta de dar envidia a las demás!- gritó divertida- Vamos, hermosa, es tu turno- asentí sonriente y me despedí de Jazz con un suave beso en los labios.

Dos minutos más tarde, estaba despidiéndome de Sarah y subiendo hacia las consultas de los doctores. Nos sentamos en los dos únicos huecos libres que había y esperamos pacientemente.

Salió una enfermera, que tendría mi edad, con una enorme sonrisa en la cara.

-Señorita Dawson- llamó buscando a la aludida y nos levantamos, tanto Jazz como yo.

-Sí, yo soy la señorita Dawson- le sonreí de la misma forma a la chica y ella asintió, mirando a Jazz más tiempo del que debería.

Mi sonrisa desapareció y mi ceño se frunció al instante.

-Vengan conmigo- parpadeó antes de dirigirme la mirada. Oh, menos mal, soy yo la enferma, no él…- El doctor Cornet les espera- nos aclaró antes de dirigirse hacia la misma puerta y mantenerla abierta para nosotros.

Miré a Jazz y me dedicó una sonrisa tranquilizadora antes de coger mi mano y tirar de mí suavemente.

Estaba nerviosa y se me notaba, eso era indudable. Lo peor de todo era que no sabía por qué estaba tan nerviosa y mucho menos, los horribles malestares de los últimos días.

Algo no andaba bien y lo sabía.

-Buenos días- nos saludó el doctor Cornet levantándose de su asiento y dedicándonos una sincera sonrisa.

-Buenas, doctor- Jazz le ofreció su mano y el doctor la cogió amablemente.

El doctor clavó su mirada en mí y pude comprobar lo realmente atractivo que era. Rubio con los ojos más verdes que había visto jamás.

Podría ser tu padre… me gritó la vocecilla de mi conciencia y yo le rodé los ojos.

-Doctor- le sonreí y le ofrecí mi mano, cogiéndola al instante devolviéndome la sonrisa.

-Un placer, señorita- me soltó la mano y nos indicó que nos sentáramos- ¿Su doctor es el señor Rogly, verdad?

-Sí, así es- el doctor asintió y se puso sus gafas para mirar en la pantalla del ordenador -Su doctor está de vacaciones, por eso me han asignado a mí su visita- asentí entendiendo el punto y Jazz no me soltó la mano ni un segundo.

La enfermera se sentó justo al lado del doctor y su mirada no dejó el cuerpo de Jazz ni un solo segundo.

Vale… estaba empezando a ponerme realmente nerviosa y no era por mi motivo a visitar al médico. Creo que la chica no había entendido el punto de que era “mío”.

-Está bien- murmuré mirando a la enfermera mientras sentía el apretón de Jazz en mi mano. 
Obviamente, Jazz se había dado cuenta de mi incomodidad.

La chica quitó la mirada de inmediato y pareció que la pantalla del ordenador era la cosa más interesante de todo el mundo.

Buena chica.     

-Veo que su historial está limpio, ¿qué la trae por aquí?- se quitó sus gafas y me miró directamente a los ojos.

-Hace dos semanas tuve una intoxicación de marisco, soy alérgica y comí una ensalada que lo llevaba sin saberlo- el doctor asintió, incitándome a que siguiera- Y el doctor Rogly me trató cuando vine aquí- volvió a asentir.

-¿Y qué paso? ¿Le sentó algún medicamento mal?- negué enfáticamente.

-No, verá…- cerré los ojos y los volví a abrir en un segundo- Llevo sintiendo malestares matutinos desde hace una semana y media y cuando empezaron culpé a la intoxicación- hice una breve pausa centrándome en lo verdaderamente importante- Ya no sé qué pensar, doctor, llevo con vómitos matutinos durante toda una semana y lo peor de todo, es que cuando echo la cena, me entra un hambre atroz- el doctor me miró con más atención.

-Señorita Dawson tengo que hacerle una pregunta- me miró serio y luego a Jazz- ¿Es su novio?- abrí mucho los ojos.

¿Por qué preguntaba eso?

-Sí, soy su novio, ¿por qué doctor Cornet?- Jazz respondió por mí.

-Porque tengo que preguntarles si han mantenido relaciones sexuales sin protección- la boca creo que me llegó al suelo y sentí la tensión de Jazz en mi mano.

-La verdad, doctor, es que tomo pastillas anticonceptivas desde los doce años- le aclaré cuando pude hablar.

¿Enserio se pensaba que estaba embarazada?

Comencé a reírme histéricamente, pero parecía que nadie me seguía…

La chica tenía los ojos muy abiertos y su cara angelical había pasado a ser una de perros. El doctor me miraba seriamente con una mueca extraña en la boca y miré por el rabillo del ojo, viendo a un Jazz ajeno a lo que pasaba a su alrededor.

Vale… parecía que no tenía gracia.

-Señorita, ¿y se las ha tomado convenientemente?- siguió insistiendo y yo asentí inmediatamente.

-Sí, doctor Cornet, efectivamente…- fruncí mi ceño y me quedé pensativa.

¿Me había tomado todas las pastillas este mes? ¿Se me habría olvidado alguna?

-No parece muy convencida…- pude ver por mi parte derecha que Jazz me miraba fijamente y ahora fue mi turno de darle un apretón.

-La verdad es que ahora mismo no podría decirle si las he tomado todas- Jazz suspiró sonoramente, pero no dijo nada.

-Está bien- volvió a la pantalla del ordenador con sus gafas puestas- ¿Te acaban de hacer una analítica nada más llegar al hospital, verdad?- la impresora comenzó a sonar, indicando que estaba en funcionamiento- Veremos ésa analítica antes que nada- asentí sin saber muy bien qué decir.

-Tranquila- susurró Jazz apretándome la mano por enésima vez y yo no podía estar tranquila ni de lejos…

¿De verdad que podía estar embarazada? No podía ser…

Toqué mi vientre con disimulo, como si pudiera notar alguna vida en mi interior e inmediatamente me imaginé a un pequeño niño de ojos azules con el pelo rubio, igualito a Jazz.

Sonreí sin poder evitarlo.

-Señorita Dawson- me llamó el doctor y yo levanté la mirada, completamente ajena a los dos últimos minutos- Tiene anemia y los leucocitos están un poco elevados…- murmuró dejando de lado la analítica.

-¿Y eso qué significa?- le pregunté sin entender nada.

-Significa que son dos signos claros de embarazo- de nuevo, Jazz me apretó la mano, pero ésta vez con las dos suyas, haciendo que mi cuerpo se estremeciera por completo.

No me podía creer enserio lo que estaba escuchando.

-No puede ser- dije segura y me envalentoné- Hagamos la prueba de embarazo y salgamos de dudas- le aclaré al doctor, haciendo que sonriera satisfecho y que la enfermera me mirara con cara de malas pulgas.

-Por supuesto, le haremos la prueba ahora mismo- me aseguró y tecleó, nuevamente, en el teclado del ordenador- Mi compañera la llevará a la consulta indicada y luego volverá aquí con su resultado- me aclaró y yo asentí de nuevo.

No quería mirar a Jazz, juro que no quería mirarlo, pero como ya dicen “la curiosidad mató al gato” y mi traicionera mirada se dirigió hacia la suya.

Me miraba con un amor indescriptible y me sonrió como si no hubiera un mañana.

-Te amo- fue lo que dijo simplemente antes de besarme, tiernamente en los labios, importándole un comino que tuviésemos espectadores.

¿Era eso que aceptaría al bebé en caso de que existiera?
¿Y yo? ¿Estaba preparada para ser madre?

Ya lo has sido con Romina. Me gritó mi conciencia y le tuve que dar la razón.

Me acordé de ella inmediatamente.

¿Cómo se lo tomaría ella? ¿Le sentaría bien tener un sobrino?
Por supuesto que se alegraría.

-Tome, lleve esto con usted y enséñeselo a la doctora Tredyan, ella sabrá qué hacer- cogí el papel que me tendía y lo miré con una emoción nueva.

-Muchas gracias, doctor Cornet- le sonreí y me levanté rápidamente, Jazz me siguió enseguida.
-Gracias a usted por venir, la veré en breve- me aseguró y me cogió la mano, dándome un suave apretón de apoyo.

Le volví a sonreír y salimos de la consulta.

-Por aquí- nos dijo la enfermera y la seguimos hasta los ascensores.

Esperamos impacientemente y las puertas se abrieron enseguida, dejándonos entrar con rapidez. 
Llegamos a la planta tres en segundos y salimos hacia un interminable pasillo.

-Aquí es- nos señaló la enfermera señalando una puerta donde ponía “Pruebas” y nos sonrió antes de bajar por el mismo ascensor.

-Cariño- me llamó Jazz sin darme tiempo a mirarle si quiera. Su mano envolvió mi brazo, haciéndome girar para ponerme enfrente suya- Quiero que sepas que sea cual sea el resultado, voy a estar contigo, mi vida, siempre lo estaré- me sonrió tiernamente y me abrazó firmemente, dándome a demostrar que no lo decía a la ligera.

Algunas lágrimas se escaparon de mis ojos, como la tonta que era y lo sensible que estaba últimamente. Mis brazos se apretaron contra su cuerpo aún más y puse mi cara en el hueco de su cuello, aspirando ese dulce y embriagador perfume de su propia piel.

Olía a Jazz, gel y suavizante. Mi olor favorito en el mundo.

Se separó de mí y estudió mi cara.

-Lo digo enserio, princesa- me limpió las lágrimas con sus pulgares- Voy a estar a tu lado el tiempo que me permitas estarlo y espero que sea para toda la vida- me sonrió 
enternecedoramente y sus ojos tenían un brillo especial- Te amo, hermosa- me besó suavemente en los labios, sintiéndolo salados a causa de las lágrimas.

-Yo sí que te amo- fue lo único que pude decir, porque estaba segura de que me derrumbaría si hablaba por más tiempo.

Al cabo de unos minutos, entramos en la sala de Pruebas y la doctora Tredyan nos dio la bienvenida con una sonrisa bailando en sus labios.

-Cariño, qué jovencita- amplió su sonrisa y me acarició la mejilla- Será rápido- me prometió y dicho y hecho.

Tuve que hacer pis y ponerlo en un botecito y se lo entregué a la amable doctora.

-Esperad fuera, ahora mismo os daré el resultado- nos volvió a sonreír y nosotros le obedecimos.
Impacientemente, nos sentamos fuera de la sala y Jazz no dejó de abrazarme ni un solo momento.

Tenía mi cara apoyada en su fuerte pecho cuando se abrió la puerta, dejando ver a la simpática doctora con un sobre blanco en la mano.

Nos levantamos y cogí la mano de Jazz en señal de apoyo o para canalizar mis nervios, no estaba segura…

-Aquí tenéis- nos sonrió y no dijo nada más. Jazz cogió el sobre ante mi vacilación y ella desapareció detrás de la puerta.

-Vale…- susurré muy bajito y me volví a sentar donde estaba- Ábrelo tú- le indiqué señalando al sobre que bailaba entre sus dedos.

-¿Estás segura?- se sentó a mi lado y dejó el sobre a un lado y me cogió la cara- Escúchame bien- inyecté mi mirada en la suya y sentí su cálido aliento en mi cara- Sea cual sea el resultado, nada cambiará…- me aseguró- Bueno sí… tendremos que comprar una cuna- solté una risilla nerviosa y él sonrió complacido.

Era lo que quería y lo había conseguido.

Había sonreído.

-Vale… ¡ábrelo!- le incité muy nerviosa y él asintió.

Cogió el sobre y lo rasgó delicadamente. Sacó el papel que había dentro y comenzó a leer mientras me cogía la mano con su mano libre.

Sus ojos se agrandaron ampliamente y soltó una risilla de satisfacción.

-¿Qué? ¿Qué pasa?- pregunté desesperada y él levantó la vista del papel, pero no dijo nada.

¿Cuál era el resultado?

PVO ROMINA

(PARA MAYOR GOZO LEER ESTA PARTE ESCUCHANDO  ESTE ENLACE: http://www.youtube.com/watch?v=QFs3PIZb3js&feature=kp )

El día de hoy saldría con mi hermoso hombre, tendríamos una cita romántica en un bar llamado “Chesire”, el nombre me sacó una risa al pensar en que sólo él podría ser sexy y tierno a la vez.

Hoy no vería a Emmett en todo el día, así que me esmeré en quedar maravillosa para él, me metí a duchar, salí envuelta en una enorme toalla almidonada y me sumergí entre nuestro closet compartido en busca de mi conjunto: un vestido entallado estraple color tinto a medio muslo, unos tacones Gucci de  un negro intenso  y una estola a juego con mis tacones, mi cabello lo peine en risos por mi espalda y me maquillé con un ligero café marrón para acentuar más mis ojos
.
Salí a las afueras de la universidad “Utopía” en donde una limosina de vidrios polarizados y placas platinadas me esperaba con la puerta abierta hacia mí, sonreí maravillada ante el detalle de mi hombre y suspiré cada vez más enamorada encaminándome hacia la limo, entrando en ella y dejándome caer tranquilamente en los asientos de piel.

Miré por mi ventana a Chicago de noche, sus luces brillando, sus edificios con cristales transparentes, ese calor abrigador que te envuelve y su brisa fresca que te pone cómoda.

El chofer salió a prisa del automóvil, me abrió la puerta y me extendió su mano en un ademán caballeroso que por un momento me recordó a cierto Texano que ahora mismo, estaría compartiendo su cena con Yess… ¿Cómo estarán ellos?, ¿No le habrá sucedido nada a ella por su culpa?

-Que tenga una hermosa noche señorita Kalisti-. Se despidió el conductor de manera cortés.

-Gracias-. Asentí de vuelta mientras paseaba lentamente hacia la entrada del lugar, justo cuando atravesé las puertas de vidrio del lugar una bachata inició en el lugar.

Detrás de mi alguien pasó su brazo por mi cintura de manera autoritaria, haciendo que me pegara a un fuerte pecho y sonreí a sabiendas de quién  estaba a mis espaldas.

-Qué bien te ves,  te adelanto,
No me importa quién sea él-. Canturreó en mi oído haciendo que todos mis bellos se crisparan ante su seductor tono de voz. 


-Dígame usted, 
si ha hecho algo travieso alguna vez-.  Me preguntó dándome vuelta de un tirón en mi brazo haciéndome estrellar contra su pecho, Emm me miró con su sonrisa alegre con hoyuelos grandes y dulces.



Una aventura es más divertida 
si huele a peligro. 

Y si te invito a una copa 
y me acerco a tu boca. 
Si te robo un besito, 
al ver que no vas conmigo. 


Un camarero se acercó a la pista en donde sólo un pequeño foco de luz negra nos iluminaba tenuemente junto con una mesa que en la esquina de la duela parecía resplandecer con sus cubiertos platinados; el maître le tendió una copa a mi novio quien me la acercó seductoramente a la boca y justo cuando la iba a sorber me robó un beso cargado de promesas de una larga noche juntos.


¿Qué dirías si esta noche 
te seduzco en mi coche? 
Que se empañen los vidrios 
si la regla es que goces. 


Sonreí coquetamente mirándolo debajo de mis pestañas y comencé a seguirle el ritmo a sus movimientos moviendo mis caderas de la forma cadenciosa y sugerente que proponía el ritmo.
-¿A dónde?-. Cuestioné justo antes de hacerle un pequeño chupete en el cuello mientras sus manos recorrían ociosas mi espalda y glúteos.


Si te falto el respeto 
y luego culpo al alcohol. 
Si levanto tu falda, 
¿Me darías el derecho 
a medir tu sensatez? 


Sus manos dibujaron un camino imaginario de mi cien hasta mi barbilla regalándome pequeños toques eléctricos de pura tensión entre nosotros, mis piernas eran gelatina con él tan cerca.


Poner en juego tu cuerpo, 
si te parece prudente, 
esta propuesta indecente. 


Dio una última vuelta con la música aún sonando por todo el lugar y me tiró en una mirada perspicaz fuera del establecimiento, en donde a través de los muros de tabique aún se escuchaba la suave tonada de la coqueta bachata, al llegar al establecimiento Emmett me cargó dejándome sobre la capota del coche para empezar a besar mi rostro, mi cuello, mis hombros hasta llegar finalmente sobre mis ansiosos pechos.


A ver a ver, 
permítete apreciar tu desnudez. 
A la vez, 
este Martini calmará tu timidez. 


Mis piernas rodearon su cadera como respuesta a la estrofa que acababa de cantarme al oído y jalé con mis dedos de manera rápida para deshacerme de la fastidiosa corbata que me impedía abrir su camisa.


Una aventura es más divertida 
si huele a peligro. 


Emm pasó sus manos debajo de mí dándome un pellizco en el glúteo derecho que me hizo brincar por la sorpresa para después cargarme hacia el asiento del copiloto de este desconocido Mercedes Benz negro con cristales polarizados.


Y si te invito a una copa 
y me acerco a tu boca. 
Si te robo un besito, 
al ver que no vas conmigo. 


Encendió el coche después de ponerse el cinturón y arrancó en un ronroneo suave del motor una mano en el volante y otra revoloteando ambiciosa por mis piernas.


¿Qué dirías si esta noche 
te seduzco en mi coche? 
Que se empañen los vidrios 
si la regla es que goces. 


Llegamos a un punto donde la carretera se volvía terracería dándole paso a un majestuoso claro donde al fondo se podía mirar la Luna reflejándose sobre el lago.
Mi hombre parqueó el coche en un fluido movimiento, para salir sin prisas a rodear el coche a un paso leonino y tremendamente lento, como gozando mi agonía.


Si te falto el respeto 
y luego culpo al alcohol. 
Si levanto tu falda, 
¿Me darías el derecho 
a medir tu sensatez? 


Al bajar del coche me dejó sobre la cajuela para después quitar mi vestido bajándolo por mi torso con una parsimonia casi imposible, para finalmente quitarme el resto de la ropa dejándome totalmente desnuda ante él.

Me puse manos a la obra y me dediqué a dejarlo en iguales condiciones, botón por botón, caricia por caricia, gemido por gemido hasta que ambos estuvimos tendidos en el pasto sobre su saco, bañados en la luz de la Luna.


Poner en juego tu cuerpo, 
si te parece prudente, 
esta propuesta indecente.


El preámbulo ya había sido demasiado lento y en una dolorosa espera para ambos, así que cuando estuve lista lo voltee panza arriba y me adentré en él en una sola y dura estocada que casi me hace tocar el cielo en ese mismo instante, Emmett no tardó en iniciar con su deliciosa danza adelante/atrás para finalmente culminar gritando nuestros nombres en la profundidad de la nada… Donde solo la Luna y la cadenciosa bachata fueron testigos de este amor de pólvora encendida.

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¡Preciosas!, que gusto de saludarles como verán este capítulo es un poco diferente,
ya que da más la apariencia de  un "song fic" que de otra cosa, pero es que las letras de 
"Romeo Santos" y su "Propuesta indecente" realmente inspiran a que uno haga volar su imaginación y escriba lo que mejor le venga a la mente.

Este capi está dedicado con todo mi corazón a mi hermosa TODO *-*
la cual siempre me anima a seguir escribiendo y por la sonrisa de quien jamás dejaré de hacerlo,
ojalá te haya gustado hermosa, sabes que te adoro con todo mi corazón.
Besos.