Cuando
pienso en el colegio no puedo dejar de pensar en aquellos momentos en los que
llegaba a mi casa con lágrimas en los ojos y me quedaba llorando a solas en mi
habitación para que nadie se diera cuenta que algo me ocurría.
¿Cómo
es posible que a día de hoy aún me digan que si los niños cometen una falta de
respeto es porque los niños son crueles por naturaleza, porque simplemente son
así? Aún sigo sin entenderlo…pues, ¿sabéis que? Yo no me lo creo. Sé que a
veces la inocencia y lo que son, puede exculparlos de realizar y de decir
muchas cosas, pero en estos casos, la educación que te han brindado tu familia
y tus padres dice mucho de ti (aunque suene un poco fuerte).
He
estado frente a padres a los que no les ha importado lo que sus hijos hayan
dicho o hecho y frente a otros que, con una simple regañina “no lo vuelvas a
hacer”, se piensan que sus hijos han aprendido o aprenderán la lección. ¿En
serio lo creen? ¿Qué ilusos, no?
Quizá
soy demasiado dura, pero el mundo en el que me ha tocado vivir y, más el
colegio y el instituto que son como una selva, me ha enseñado que no puedes
mostrarte débil frente a los demás en ningún momento, pues, en ese preciso y
pequeño instante estarás perdida.
Aún
recuerdo como si fuera ayer, una de las conversaciones más duras que he tenido
que soportar; lo peor de la misma no es el contenido en sí de la conversación
(que lo es), sus palabras, sino la persona que las pronuncio; la que yo
consideraba una amiga, de hecho mi mejor amiga hasta ahora.
Ocurrió
una tarde de primavera en el patio del colegio, después de la hora del
almuerzo. Yo, junto con mi hermano, dado que mi madre trabajaba hasta por la
tarde me quedaba a comer en el colegio y después una guagua nos acercaba hasta
la parada correspondiente cerca de casa, donde debíamos estar a las 7 y cuarto
de la mañana para de nuevo volver, día tras día.
Ese
día me encontraba sentada en un banco en el patio disfrutando de los rayos del
sol que a esa hora asomaban de entre las nubes, acariciando y dando un poco de
calor a mi cuerpo, junto con Jessica, (una niña con ojos marrones y un pelo
largo y liso que le caía hasta los hombros. Desde el primer día de clases que
me saludo nos habíamos vuelto inseparables. Entre bromas en la hora del
almuerzo y hablando sobre como había ido el día, me había dado cuenta que
Jessica estaba más callada de lo normal y que parecía ausente.
Me
preocupe pensando que quizá o tal vez tendría un problema y que, por su
carácter tan reservado, no pudiera contármelo; así que, entre esfuerzos y
decidiendo que era lo mejor (porque tal vez la podría ayudar a que se
desahogara y a encontrar una solución; pues, siempre se ha dicho que dos mentes
piensan mejor que una) me anime a dar el paso y preguntarle:
-Ey, ¿estás bien?
Llevas muy callada desde que saliste de clase… ¿Va todo bien? Sabes que cualquier
cosa que te pase me la puedes contar e intentaré ayudarte en lo que sea… ¿somos
amigas, no?
Me
quedé mirándola sin decir nada más…esperando que ella asimilara todo lo que le
había comentado y obtener, aunque fuera, alguna respuesta por su parte.
Finalmente, y después de unos minutos (que se me hicieron eternos) me
respondió:
-No te preocupes, estoy
bien. Es sólo que hoy no voy a poder estar ni jugar contigo; prefiero quedarme
y jugar con Sonia y sus amigas, eso es todo-.
¿Sonia?
¿Había dicho Sonia? ¿Desde cuándo ella y Sonia se llevaban bien? Todo eso me
sonaba de lo más extraño….mi mente empezó a divagar y a hacerme recordar….no
entendía como ella podía haberme dicho eso cuando fui yo quién me había
enfrentado y enfadado con Sonia cuando al principio de curso, Jessica había
sido expulsada de clase por una falta que no había cometido y que había
empezado y terminado Sonia y su grupo de amiguitas; pero, por supuesto, era más
fácil tirar la piedra y esconder la mano y eso, fue precisamente lo que
hicieron cuando culparon a otra persona, en este caso, a Jessica por tan
macabra acción.
Después
de este flashback que tuve, me dispuse a seguir hablando con mi amiga para
entender porque quería estar con una persona así…pero lo que no me esperaría
nunca fue el comentario que recibí como respuesta:
-¿Y porqué habrías de
quedar con ella? ¿Acaso olvidas todo lo que te hizo a principio de curso?
-Eso es agua
pasada…además, ¿crees que teniendo la oportunidad de estar con una de las
chicas más populares del colegio, puedo desaprovechar la oportunidad y estar
con una paralítica como tú?-.
Y continuó:
-Tú eres una buena
persona a la que pedir la tarea y con la que puedes aprender, pero ella es
popular…no hay punto de comparación…sin duda, sé con quién debo estar y no es
contigo-.
Me
quedé sin aliento…mi mente se bloqueó…mi cuerpo no respondía…no daba crédito a
lo que mis oídos estaban escuchando…sentía que mi corazón se estaba partiendo
en mil pedazos y mi vista se empezaba a nublar y mis ojos a doler y a arder por
unas lágrimas que se agolpaban en ellos por querer salir.
Aún
así, y a parte del dolor que sentía desgarrándome por dentro, pude tener el
aliento suficiente para hacer la única pregunta que ahora se encontraba en mi
cabeza:
-¿Por qué?-.
Ella
me miró con una expresión seria en su rostro y volteándose hasta quedar de
espaldas a mí, con voz clara y firme, me respondió:
-Una amistad tan
superficial como la tuya no me interesa-.
No
quise escuchar ninguna palabra más que saliera de su boca y, antes de darle el
gusto de verme destrozada, saque las fuerzas suficientes para mover mis
entumecidos músculos y salir corriendo y resguardarme en mi lugar favorito, en
el único en que me encontraba salvo y en paz de todo el colegio y, en el que
sabía a ciencia cierta, que allí no habría nadie a esta hora, la biblioteca.
Me
acurruque en un rincón y allí deje salir toda la rabia y la impotencia que
sentía por dentro…pero también toda la culpa; si, culpa por haber confiado en
una persona que no se lo merecía, por haber sido tan tonta y estúpida de
creerla mí amiga.
No
se cuanto tiempo permanecí allí…el tiempo se detuvo en mi reloj, no
existía…cuando logré respirar y calmarme, recordé que debía ir a casa y que
seguramente la guagua ya se había ido y yo todavía estaba aquí. Me imaginé la
preocupación que sentiría mi madre y mi familia si llegaba a casa y veían que
yo no estaba allí. Con ese pensamiento de no hacer sufrir a la familia y de
querer llegar temprano a casa para así no tener que dar ninguna explicación por
mi retraso y con la poca fuerza que tenía, conseguí levantarme, coger mis cosas
y empezar a caminar hacia el baño para refrescarme y quitar de mi rostro algún
signo de sufrimiento y de lágrimas y salir hacia la puerta principal del
colegio. Había perdido la primera guagua, pero gracias a que había actividades
extraescolares me subí a la segunda. Afortunadamente, ese día Edward, quién yo
creía que tenía un don innato para los deportes y a quién le encantaban y le
siguen encantando los deportes, en especial, el fútbol tenía actividades
deportivas y con la excusa de que lo sabía y de que me había unido a un grupo
de estudio, justifiqué el por qué de mi permanencia en el colegio, y los dos nos
fuimos para casa.
Hubo
muchas noches en las cuales no pude dormir…mi alegría se había desvanecido,
pero a pesar de todos estos problemas que comenzaron con apenas 10 años (aunque
el problema con Jessica fue con 12 años), tome una de las decisiones más importantes
de mi vida (y que, en muchas ocasiones, por el peso que ello conllevaba y el no
poder desahogarme, debido a la situación ocurrida y a las demás (tanto
anteriores como posteriores) acontecidas, los sentimientos llegaron a superarme
en muchas ocasiones; en ellos, la tristeza salía a relucir y, en algunos
momentos, muchas lágrimas fueron vertidas por mis ojos. En esos instantes, me
escudaba en mis sueños de hadas, duendes y demás historias que me ofrecían los
libros y mi imaginación y soñaba con una vida totalmente distinta). Decidí, por
lo tanto, no contar mis problemas a nadie, que yo misma debía resolverlos
porque mi familia y, en especial, mi madre, ya habían visto demasiada, bastante
tristeza y no quería que sufrieran más; pero nadie dijo que fuera fácil.
Así
pues, aprendí a llorar y a sufrir en silencio y a superar y a romper cada día,
uno por uno, todos y cada uno de los muros que la vida me fue poniendo en el
camino.
No
se si fue la decisión apropiada, pero aún así no me arrepiento de no haberle
contado nada a nadie (aunque me lo hubiera hecho un poco más llevadero, pero ya
no sabía en quién podía confiar y en quien no). Por cada palabra no dicha, he
aprendido a valorarme y a conocerme a mí misma y, lo que es más importante, he
aprendido a ser fuerte y a que determinados comentarios no entren o sobrepasen
mi escudo o coraza de protección; tal vez, esa sea la parte “mala” de toda esta
historia; y es que, por todo el daño que me ocasionaron, hubo muchos años en
que no volví a confiar en nadie y en que me encerré en mí misma, simplemente
para que no me lo volvieran a hacer. Me costo muchísimo salir de ahí, dado el
tiempo que estuve poniendo en mi corazón y a mi alrededor esa coraza o escudo y
destruirla por completo, pero finalmente, creo que lo voy logrando; de hecho,
empecé a confiar en una nueva etapa de mi vida, justamente, en la universidad,
en donde quise pensar, cuando empecé mis estudios en ella, que las personas ya
no se dejarían llevar por todos esos prejuicios, que valorarían a las mismas
simplemente por como son y por lo que te pueden aportar; y, afortunadamente, no
me equivoque.
En
esa etapa que, aún estoy viviendo, conocí a las mejores personas que nunca
había conocido; los que son, hoy por hoy, mis amigos y la persona a la que he unido
mi vida, la persona a la que amo; esa que me respeta y me quiere por lo que soy
y no por el físico, al igual que mis amigos. Pero esto es otro capítulo de esta
historia que ya os contaré más adelante.
El
hecho es que, aún hoy (aunque suene increíble), todavía existen, por desgracia,
ese tipo de personas que menosprecian a los demás por su físico. A diferencia
de ellos, yo nunca –y al igual que yo, muchas otras personas- he insultado,
menospreciado e infravalorado a alguien por su físico, ni creo que nunca lo
haga; supongo que es porque sé lo que la simple palabra “fea”, “terminator”,
“robocop” o un simple comentario como “no eres normal como la mayoría de la
gente”, o “no debiste nacer porque estás enferma”, los he vivido en carne
propia y sé el alcance que pueden llegar a tener.
Todo
lo contrario. Esas personas que tienen algún problema o inconveniente y tienen
que luchar día a día por salir adelante, en los que cada día es una lucha
constante, son las que me dan coraje, valor y ganas de seguir luchando y
viviendo por un mundo en el que se valore a las personas por lo que son, por lo
que hacen y no por su apariencia física. ¿Acaso la apariencia física importa
tanto? ¿Hay que darle tanta importancia?
Sé
lo que muchos me dirían y me dijeron en los momentos de bajón: “la belleza está
en el interior” y, como me dijo mi abuela en muchas ocasiones: “algún día,
alguien te querrá y se dará cuenta de todo lo que vales y, en ese momento,
brillarás con luz propia”.
De
hecho y como ya dije antes, hubo un tiempo en que me lo creí pero también, hubo
un cierto periodo de mi vida en que ese refrán estuvo (por lo menos para mí)
demasiado infravalorado, pues, creo que me lo repetí tantas y tantas veces que
llegó un momento en que perdió todo su significado y en el que simplemente dejé
de creer.
Ese
día fue el día en que deje de tener confianza en mí misma. Fue el tiempo en
que, desafortunadamente, perdí las fuerzas por completo y me dejé influenciar
por lo que la gente me decía. No soportaba el que las personas, incluso cuando
iba por la calle, me miraran como un bicho raro; me pasaba las horas mirándome
al espejo y preguntándome el por qué me habría tocado vivir a mí toda esta
situación; por qué, simplemente, no podía ser una chica normal, del montón.
Me
sentía muy cansada, casi al límite de mis fuerzas y, por primera vez en mi
vida, no pude encontrar nada por lo que valiera la pena seguir luchando (claro
que, en ese momento no lo sabía, pero sí los tenia; ahora lo veo claro…sólo que
–en ese momento- no me daba cuenta de que existían porque no los había
percibido).
A
raíz de todo esto, lo que decía la gente empezó a afectarme muchísimo, me
empecé a sentir inferior a todo el mundo; y, por ello, quise cambiar para –por
primera vez- sentirme valorada y una más del grupo.
Empecé
a comer menos, deje de nadar, deje de ponerme los aparatos de las piernas y
deje de hacer las visitas rutinarias al médico; pero, hoy reconozco, que fue el
error más grande que pude cometer. Puse en peligro mi salud y, en consecuencia,
mi vida.
Estuve
con mareos (por las bajadas de tensión que me dejaban inconsciente durante
quince minutos, aproximadamente), el hierro lo tenía por los suelos, llegue a
pesar 50 kilos con 14 años y, lo que es peor, estuve a punto de entrar en una
anorexia.
El
día en que supe todo lo que me podía pasar si quería seguir siendo algo que no
era (en este caso, una chica delgada y que fuera admirada por mi físico), fue
cuando mi madre me llevó a urgencias, después de que estuviera mala del
estómago durante un par de días y de que ese mismo día, por la tarde, me
desmayara en el cuarto de baño de su trabajo y perdiera el conocimiento
–minutos antes de salir de su trabajo y
acudir las dos a la cita que tenía una hora después con mi médico de cabecera-.
Después
del mareo y de que me recompusiera un poco con el aire de la calle, ambas
cogimos un taxi y nos fuimos a urgencias. Allí, permanecimos unas siete horas
hasta que el médico nos informó de lo que me ocurría y me informara –también-
de los resultados de los análisis que me habían echo estando acostada en una
camilla del hospital; permaneciendo mi madre a mi lado todo el tiempo.
El
médico nos comunicó que en los análisis aparecía que tenía la tensión y el
hierro demasiado bajos y que, además, presentaba un virus en el estómago y que
si no me empezaba a cuidar y a valorar mi salud por encima de todo, podía
llegar a tener problemas mucho más graves, ya que, presentaba un principio de
anemia severa, que podría derivar en una anorexia.
Después
de todo lo ocurrido me asuste bastante y decidí que no podía poner en peligro
mi vida y mi salud, simplemente por querer aparentar algo que no era y ser más
delgada de lo que ya era; en especial, si eso iba a tener consecuencias más
graves que beneficios. Así es que, después de una dieta restringente, para
controlar el virus del estómago, junto con la toma de ciertos medicamentos,
empecé a comer de nuevo poco a poco y a controlar mi peso de la mejor forma
posible: haciendo ejercicio y dejándome de dietas milagro y de adelgazar dejando
de comer.
Pero
ese no sería ni la primera ni la última vez en que mis fuerzas flaquearían;
hubo otro momento en que también me canse y me di por vencida, pero, ocurrió en
otra etapa de mi vida, más concretamente, en el instituto.
Chic@s, aquí tenéis el capítulo 2!!!! Espero que os guste tanto como a mí al escribirlo...Darle las gracias a Romi y a Jess por todo el apoyo que me han dado con sus comentarios y sus palabras...no sabéis lo bien que se siente al escucharos (bueno, leeros, jejejeje).
De verdad, de todo corazón, muchas gracias por todo y por ayudarme a alentarme para seguir con esta aventura. :)
También darle las gracias a "mi niño", ¿qué decirte a ti? que gracias tb por todo lo que haces y lo que me demuestras cada día.
Os veo pronto. Muchos besos y abrazos,
CM
Cariño!!!! El capítulo, como ya te dije, increíble. Me está gustando cada vez más esta historia!!! Sabes q ya estoy completamente enganchada C:
ResponderEliminarEscribea genial, como ya te dije. Todos los sentimientos y emociones los reflejas de manera única. Sigue así, guapisima, espero impaciente el próximo ;-)
Sobre mis problemas personales. Bueno.... ya no ha sido nada, han tenido q operar a la perrita de mi novio, ya te contaré cuando hablemos. Ha salido muy bien y ya está recuperandose.
No hace falta q me agradezcas nada, sabes q quiero q cada capi tenga ub día de exclusividad. Además también tengo más tiempo pars escribir. Como te imaginarás, he estado bastante liada.
Muchos besos y abrazos,
Romiina R.
Romi,
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras!!!! Me alegro que te haya gustado tanto...y de que estés enganchada!!! jejejeje
la verdad es que no me lo esperaba...me has dejado sin palabras!!!
Por el próximo, no te preocupes, te lo enviaré antes de publicarlo, como siempre ;)
Me imagino que habrás estado bastante liada...por eso te agradezco muchísimo que te pases por aquí a dejar tu comentario.
Muchos besos y abrazos; cuando quieras hablamos!!!
CM
lo bueno de ser el niño es que tengo la "exclusiva" y soy el primero en leerlo jejejeje,felicidades mi vida,el relato esta genial¡¡ animo y sigue escribiendo en tus ratos libres que te esta quedando un "peazo" de novela jejeje.
ResponderEliminares cierto, jajajjaaja
ResponderEliminarRomina y tú tenéis la exclusividad de ser los primeros de leerla, antes de publicarla :)
Muchas gracias por los ánimos niño...no sabes lo que te lo agradezco!!! :)