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Capítulo 17: Si, quiero.
Bella pov.
Me desperté con una sonrisa en mis labios, recordando la maravillosa noche
que había tenido junto a Edward, nunca me cansaría de hacer el amor con él...
Miré hacia abajo y ahí supe que me había quedado totalmente dormida antes
siquiera de llegar a la cama, estaba completamente desnuda...
Puse con mucha suavidad el enorme brazo de Edward a mi lado, pues me
agarraba fuertemente la cintura y me giré para mirar el reloj.
Eran tan sólo las seis de la mañana, pero yo quería hacerle un desayuno en
condiciones, se lo merecía todo.
Conseguí levantarme sin que Edward se despertara y me puse un hermoso tanga
amarillo y mi camisón de seda a juego, últimamente sólo usaba esos camisones
tan cómodos.
Tenía muchísimos gracias a la enana, ya que cuando se enteró que me
gustaban, se presentó con diez bolsas llenas de camisones, de todas las formas
y colores posibles, sonreí cuando recordé la escena, en la que tan sólo se veía
dos pequeñas manos con una multitud de bolsas...
Me até la bata mientras caminaba hacia la cocina y cuando llegué al salón
me topé con Yuna.
-Buenos días dormilona- le dije cogiéndola y apretándola contra mi pecho,
ella en respuesta me lamió la mejilla. Le besé y la dejé en el suelo, mirando
por si había algún pis o alguna bomba... para no pisarla.
Si, porque a pesar de ser tan pequeña, sus necesidades eran enormes...
Miré de soslayo a la mesa del salón y casi todo estaba recogido, las chicas
habían quitado bastantes cosas, pero aún quedaban algunas copas y servilletas y
por supuesto el precioso mantel de encaje, obsequio de Esme, su gusto gritaba
por todas partes.
Cuando recogí todo, cogí una gomilla para el pelo que tenía en el mueble de
la entrada y me puse un moño informal, lo último que quería era que Edward se
comiera un pelo mío en su desayuno...
Antes de comenzar a hacer el desayuno, eché el pienso en el platito de Yuna
y ella se abalanzó literalmente al plato, yo sólo puse sonreír.
Después me dirigí hacia el mueble donde estaban todas las galletas y demás
dulces y me metí en la boca mis galletas “salvadoras”, así la había rebautizado
en estos días, pues me quitaba el malestar mañanero y por supuesto no había
rastro de las desagradables náuseas.
Hice café, tortitas y calenté la leche. Lo coloqué todo perfectamente en
una bandeja y comencé a cortar fruta, entre ellas fresas, mi fruta favorita.
Caminé con la bandeja en mis manos y empujé la puerta de nuestra habitación
con mi trasero, la dejé entreabierta y puse la bandeja en la mesita de noche
para poder despertar a Edward.
Antes de dirigirme a mi hermoso prometido, qué bien sonaba eso... Subí la
persiana unos dedos para que la luz del sol se colase levemente por la
habitación y me giré para ver a mi perfecto Dios griego...
Su pelo, más despeinado que de costumbre, brillaba con la tenue luz que
entraba por la ventana, haciéndolo parecer inocente y a la vez travieso... Su
boca entreabierta era toda una tentación para mí, me invitaba a besarla hasta perder
el conocimiento...
Estaba boca abajo, al parecer se había movido para buscar la postura
perfecta para dormir, como un bebé, era tan adorable...
Me acerqué lentamente hacia él y le acaricié esos cabellos bronces que me
volvían loca, él se movió levemente y se puso boca arriba.
-Mi vida- le susurré suavemente.
-Mmmmm- le salió un gemido demasiado erótico para su bien...
-Edward, vamos, son las siete...- dije mirando el reloj y ¡Eran las siete!
¿Tanto había tardado en hacer el desayuno? Al parecer sí.
-Mmmmm- tuve que zarandearlo un poco para que se terminara de despertar.
Abrió los ojos lentamente y en sus perfectos labios formaron una perfecta
sonrisa de lado- ¿Estoy en el cielo? Tengo que estarlo con un ángel como tú a
mi lado...
-Edward...- susurré con voz atorada por las preciosas palabras que me había
acabado de decir...
-Te amo- me dijo poniéndome a horcajadas encima de él y comenzamos a
besarnos con muchísimo amor, todo el inmenso amor que nos teníamos los dos se
estaba reflejando en este beso- No sabes lo feliz que soy a tu lado mi vida.
-Y tú no sabes lo que me haces sentir con esas palabras- le dije
sinceramente.
-Una reina, así quiero que te sientas, es lo que eres preciosa- y volvió a
juntar nuestros labios- Eres hermosa y ese camisón te queda demasiado bien para
tu propio bien- me volvió a besar y algo nos interrumpió...
Mi estómago rugió y Edward me miró a los ojos un segundo antes de soltar
una carcajada.
-Al parecer el pequeñín tiene hambre- me dijo acariciando mi vientre con
mucho amor- Creo que dejaremos la sesión intensa para más tarde- me guiñó un
ojo pícaramente.
-Si- le dije ruborizada y él me besó en la frente- Espero que te guste- le
dije mirándolo a los ojos de nuevo y él dirigió una mirada hacia la mesita de
noche.
-No deberías haberte molestado mi amor, deberías hacer dormido más, en tu
estado deberías...- le corté.
-Edward estoy embarazada, no enferma- le dije envalentonada- No tengo por
qué dejar de hacer cosas, además estoy muy descansada y no necesito dormir por
más tiempo- puse mis manos en su cara y le besé suavemente.
-Lo sé mi amor, pero no puedo evitar preocuparme.
-Estoy muy bien y lo estaré más si me dejas hacer cosas.
No me contestó, simplemente me besó y sabía que de momento tenía la batalla
ganada.
-Vamos a desayunar- me puso al lado de él y cogió la bandeja y la puso en
su regazo. Cogí una apetecible fresa, más bien era un fresón y me la metí en la
boca.
-Mmmmm- me deleité con el exquisito sabor.
-Joder...- lo miré y vi en esas hermosas esmeraldas deseo, mucho deseo-
¿Todo lo tienes que hacer tan erótico?- me besó como pudo, ya que la bandeja no
nos permitía estar pegados y gemí cuando su lengua entró en mi boca- Sin duda
la fresa sabe mejor en tu boca.
Le sonreí y él me devolvió la sonrisa.
Desayunamos tranquilamente, ya que Edward no entraba hasta las nueve y yo
hasta las diez no tenía que ir.
-Bella- me llamó cuando me estaba ayudando a cambiar las sábanas de la
cama.
-¿Mmmm?
-Tenía que decirte algo anoche, pero no pude anoche...- dijo recordando
nuestras necesidad de hacer el amor... Yo le hice un ademán para que siguiera-
Verás, aparte de ser médico de medicina general, también soy pediatra, es mi
especialidad- me dijo con una sonrisa y yo asentí, lo sabía porque Alice me
ponía al corriente de todo.
-Si mi vida, lo sé, la enana me lo dijo cuando te decidiste a hacer la
especialidad.
-Bien, pues verás, le he dicho a mi padre que quiero dedicarme a ello,
ahora que vamos a tener un bebé nada me haría más feliz- me acerqué a él y lo
besé con mucho amor.
Traicioneras lágrimas bajaron por mi mejilla.
-Gracias- le dije como pude entre un sollozo- No te imaginas lo feliz que
soy Edward- lo apreté más contra mi cuerpo y él hizo lo mismo, apretarme y puso
su cabeza en el hueco de mi cuello.
-No me tienes que dar las gracias, soy yo el que te tengo que agradecer por
estar a mi lado.
Sería perfecto, nuestro bebé estaría siempre perfectamente las 24 horas del
día.
No duchamos de nuevo, pero esta vez sin sexo de por medio, simplemente
besándonos y enjabonándonos mutuamente.
Salimos y Edward se dirigió para el hospital, no sin antes sacar a Yuna a
la calle.
Yo me sequé el pelo y me dirigí hacia mi armario, nuestro armario...
Me decanté por unos vaqueros oscuros y un jersey amarillo, junto con mis
tacones azul oscuro.
Me maquillé y me alisé el pelo, me miré al espejo y me encantó lo que vi,
estaba perfecta, radiante...
Sin duda el embarazo estaba sentándome de maravilla.
Me dirigí hacia el trabajo y así pasó el siguiente mes. Rápidamente.
Tan rápido que ya me encontraba sentada frente al espejo, con Alice y
Rosalie maquilándome y peinándome para estar espectacular en este día, el día
de mi boda...
Había sido un mes muy intenso, del trabajo a multitud de tiendas y de las
tiendas al trabajo, tan sólo paraba en casa para dormir y ducharme, la verdad
me había dejado totalmente estresada y Edward estaba enfadado porque decía que
esa vida no era buena para el bebé, pero yo le acariciaba como a él le gustaba
y le hacía un “pucherito” tipo Alice y él se quedaba más tranquilo cuando le
decía que estaba perfectamente, que dentro de unos meses no podría hacer nada
de eso y que era nuestra boda. Él parecía entenderlo, pero aún así no estaba
muy contento que digamos...
Mi proyecto fue todo un éxito, Eleazar y yo habíamos trabajado bastante duro
para que así saliese y nos habían contratado para llevarlo a cabo. Edward, por
su parte, ya estaba ejerciendo como pediatra, causando furor tanto en las niñas
pequeñas como en las madres de éstas... Yo sólo podía reírme.
Corté el hilo de mis pensamientos cuando me fijé en las chicas...
Alice y Rosalie estaban totalmente arregladas...
Alice iba con un precioso vestido lila que contrastaba a la perfección con
el color de sus ojos, los mismos que los de mi héroe... cómo lo amaba...
Había estado todo el mes pendiente de mí, preocupado por dejarme sola
“tantas horas” según él, cuando eran tan sólo dos horas al día mas o menos,
quitando el turno de noche, la verdad era que cuando estaba lejos de él me
entristecía y le echaba muchísimo de menos...
Sólo habíamos hecho el amor una vez, tan sólo una vez en todo este mes...
No es que fuera una ninfómana ni nada por el estilo, pero mi ratito para
entregarle todo mi amor a Edward era sagrado y no había podido ser
últimamente... Estaba tan estresada y cansada, que mi cabeza tocaba la almohada
y me quedaba grogui...
Dejé de pensar en eso, no quería entristecerme por eso ahora, además nos
quedaba una noche intensa... Me relamí los labios de tan sólo pensarlo y me
fije en los zapatos de la enana...
Los zapatos de Alice eran altísimos, a pesar de su embarazo, la verdad era
que nunca cambiaría... eran negros con una moña preciosa en los dedos y su
maquillaje era discreto, pero a la vez picante, pues la sombra de ojos lila
contrastaba a la perfección con sus ojos y su pelo estaba perfectamente
arreglado, estaba perfecta.
Y ni que hablar de Rose... ella simplemente era una belleza por naturaleza
y si a eso le añadías un poco de maquillaje y un vestido precioso... La
combinación era espectacular. Su vestido era rojo pasión de gasa. Los gruesos
tirantes le llegaban hasta debajo del busto, haciendo que los pechos estuviesen
sueltos y firmes gracias a la fina franja que tenía debajo del busto. A partir
de las caderas se abría en la pierna derecha, dejando ver la perfecta y torneada
pierna de Rose. La suave gasa caía hasta sus pies. Era muy provocador y a la
vez elegante. ¿Había mencionado que todo lo que se pusiese Rose le quedaba
perfecto?
Pues si, este vestido no era la excepción.
Me dejé llevar mientras Alice me maquillaba los ojos, porque a pesar de
tener esa enorme barriga, estaba preciosa y parecía que no había nada que la
incomodara para hacer lo que quisiera.
-Dios... tengo que decir que estoy muy cansada...- dijo Alice terminándome
de maquillar y se sentó en la cama.
Estábamos en la casa Cullen, habíamos decidido celebrarlo en el enorme
jardín de la casa, por supuesto con una disputa de por medio, ya que yo no
quería causar ninguna molestia, pero Esme insistió tanto que no pude negarme...
-¿Cansada?- dijo Rosalie y me miró con burla- Es la primera vez que la
enana dice que está cansada... Increíble...
-Cuando estés de casi cuatro meses, ya me contarás- dijo levantándose de nuevo y
se dirigió hacia el armario para sacar el precioso vestido.
Nosotras sólo sonreímos.
-Vamos señorita, te tenemos que ayudar con el vestido- dijo Rosalie en el
momento que se quitaba y ahí pude ver mi reflejo.
Estaba... estaba perfecta...
El maquillaje era tan suave que a penas se notaba, mis párpados estaban
maquillados con una sombra muy natural, tan sólo ese tono y el maquillaje de mi
piel se fundía perfectamente con ella, mis mejillas estaban sonrosadas
naturalmente y mis labios con un ligero brillo.
Y lo que de verdad me causó impresión fue el espectacular recogido, que
podía ver con el espejo que sostenía Rosalie a mis espaldas. Estaba ondulado
formando pequeñas formas irreconocibles, haciéndolo único y espectacular, con
pequeñas piedrecitas en los lados convenientes.
Era perfecto.
-Es...
-Estás perfecta- dijo Alice tocándome la espalda para apoyarme.
-Gracias.
-Bella, estás guapísima- dijo Rosalie y yo le sonreí cálidamente.
No me dejaron ver cómo me quedaba el vestido, no había engordado, pero si
que tenía un pequeño abultamiento en mi vientre, muy tenue, tan sólo estaba de
un mes y medio, pero yo lo notaba.
-Ya estás lista- dijeron las dos al unísono y me dejaron ver en el enorme
espejo de la antigua habitación de Alice.
Simplemente... impresionante...
El vestido era totalmente de seda, de un color marfil fantástico. Era
palabra de honor con hermosos fruncidos debajo del pecho, haciendo una preciosa
forma en espiral, que llegaba hasta debajo de mis caderas. Justo debajo de mi
busto comenzaba una hilera de piedrecitas en tonos verdes muy tenues, haciendo
que mi busto aumentara considerablemente, aunque la verdad era que no lo
necesitaba... pero aun así me veía espectacular, tenía que reconocerlo. Desde
la cintura hasta los pies se iba abriendo delicadamente, dejando a mis espaldas
una preciosa cola de más de cuatro metros. En la falda había unas hermosas
rosas bordadas, haciendo que la tela pareciera casi irreal, era perfecto.
Absolutamente perfecto.
Me emocioné al instante y mis manos fueron hasta mi vientre.
-Bebé espero que le guste a tu papá- susurré muy bajo.
-Claro que le gustará, creo que mi hermanito no podrá esperar para
quitártelo- dijo Alice besando mi mejilla. Yo sólo le pude sonreír.
-Sólo faltan que te calces estos hermosos zapatos- dijo Esme entrando a la
habitación y corrí con cuidado hacia ella para abrazarla.
-Gracias Esme- mis ojos estaban a punto de soltar las deseadas lágrimas...
-¡BELLA!- me gritó Alice y me volví sobresaltada- Ni se te ocurra llorar o
estropearás mi obra maestra- dijo añadiendo más laca a mi pelo con elegancia.
Me contuve y le sonreí cálidamente a Esme.
-Toma- me dijo tendiéndome la caja de zapatos y yo con cuidado me senté en
la cama.
Abrí la caja y lo que vi me dejó son palabras. Si... porque según Alice no
vería los zapatos hasta el día de mi boda, ya que era una sorpresa y tanto que
era una sorpresa...
Los zapatos eran del mismo color que el vestido, marfil, eran finísimos.
Eran completamente lisos y estaban abiertos por delante. Pero lo que de verdad
me encantó fue el tacón, o taconazo mejor dicho de doce centímetros, en el que
estaba adornado por miles de piedrecitas plateadas, era espectacular...
-¿Te gustan?- me dijo Esme acariciándome el brazo y yo estaba sin palabras.
La miré y sólo pude asentir.
-Bella tranquilízate, tienes que estar perfecta- me decía Rose abanicándome
en la cara con delicadeza.
-Dios... esto es...- no pude seguir.
-Shhh, calma mi niña, es lo menos que te mereces, no sabes lo feliz que soy
al saber que amas a mi hijo tanto como él te ama a ti- me abrazó Esme y yo la
apreté fuertemente- Y mi nieto...- dijo acariciándome el vientre.
-Son perfectos- susurró Alice emocionada.
-Gracias, gracias a las tres por hacer este día tan especial- nos abrazamos
las cuatro, pero sin lágrimas por supuesto.
Rosalie se agachó y me puso los zapatos delicadamente, si eran
espectaculares en la caja, más perfectos eran puestos. Se amoldaban a mi pie
como un guante.
-Ahora sí que estás perfecta- me dijo Rose levantándose y sonriéndome. Yo
sólo pude devolverle la sonrisa.
En ese momento entró Carliste a la habitación y me miró con ternura.
-Bella estás preciosa- me dijo acercándose a mí y yo me levanté con cuidado
para abrazarle.
-Gracias.
-Mi hijo está esperándote en el altar- me susurró- Voy a tener que recoger
las babas de Edward cuando te vea- me dijo en tono pícaro y yo me ruboricé. Él
sólo me sonrió y me guiñó un ojo.
Se parecían tanto Edward y él. La misma voz pícara, la misma sonrisa
traviesa ladeada, la misma forma de guiñar y por supuesto todo lo caballeroso.
-Vamos- dijo Esme a Rose y a Alice- Carliste la acompañará hasta el altar-
dijo saliendo con las chicas- No estés nerviosa mi niña, todo saldrá perfecto-
me susurró Esme antes de abandonar la habitación.
Si, porque yo al no tener padres, Carliste se ofreció voluntario a ser el
padrino de la boda y por supuesto a acompañarme al altar, sin ningún tipo de
réplica.
-¿Vamos?
-Claro- puse mi brazo alrededor del suyo y cuando comenzamos a bajar las
escaleras, con mucho cuidado, comenzó a sonar la hermosa melodía.
Miré al frente cuando mis pies tocaron la suave alfombra blanca adornada
con pétalos de rosas blancas, todo era tan hermoso que parecía irreal.
Enseguida conecté mi mirada con aquellos hermosos ojos verdes que me miraban
con adoración y amor.
Carliste me apretaba suavemente, pero firmemente mientras pasábamos por
delante de todos los invitados. Mi mirada jamás dejó la de Edward, él me
sonreía pícaramente, sólo como él sabía hacerlo y yo le sonreí feliz.
Ahí fue cuando me fijé en su traje, Dios estaba más que perfecto...
Era completamente negro, pero su esmoquin, su camisa y su corbata eran de
color marfil, del mismo color que mi vestido, estaba hermoso.
Sus manos estaban alrededor de su cuerpo y su pelo estaba cuidadosamente
peinado, pero con ese aire imposible de domar, estaba salvaje y elegante.
¿Cómo podía tener la suerte de estar con un ser tan perfecto como él?
Lo amaba con toda mi alma, no sabía cómo había podido soportar estar lejos
de él por tanto tiempo.
Llegamos hasta donde estaba Edward y Carliste me soltó suavemente.
-Te quiero como a una hija- me susurró antes de darme un beso en la frente-
Estás preciosa- me susurró antes de mirar a su hijo y entregarme a sus brazos.
Edward cogió mis manos delicadamente y me sonrió como él sólo sabía
hacerlo.
-Estás hermosa- me susurró antes de darme un precioso beso en los labios-
Aunque eso te lo habrán dicho muchas veces hoy- me dijo besando mis manos- No
hay palabra para describir tu belleza- juró que mi tanga se mojó completamente,
¿cómo podía ser tan romántico y travieso a la vez? Dios... tenía que
controlarme para no saltarle encima, su fragancia me estaba volviendo
completamente loca...
-Tú estás perfecto, como siempre- le dije con una sonrisa pícara y él me la
devolvió.
El cura comenzó con su diálogo y yo no pude prestar atención a nada de lo
que decía, simplemente tenía ojos para aquel Dios de ojos verdes que me miraba
con todo el amor del mundo.
Su mirada era cada vez más intensa y me hacía perder la conciencia.
Llegó mi parte favorita y ahí supe que jamás podría separarme de él, no
podría vivir sin su compañía, estábamos hecho el uno para el otro.
-Edward Anthony Masen Cullen- dijo el cura decidido- ¿Prometes amar y
respetar a Isabella Marie Swan en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en
la enfermedad todos los días de tu vida?
-Lo prometo- dijo con una sonrisa cargada de amor y me acarició el dedo en
el que llevaba el anillo de pedida.
- Isabella Marie Swan, ¿prometes amar y respetar a Edward Anthony Masen
Cullen en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad todos los
días de tu vida?
-Lo prometo- le dije entregándole todo mi corazón.
-Edward Anthony Masen Cullen, ¿quieres como esposa a Isabella Marie Swan?
-Si, quiero- me dijo mirándome con muchos sentimientos a la vez, pero
sobretodo el amor ganaba a cada uno de ellos, Dios... no podía amarlo más.
Deslizó el precioso anillo por mi dedo delicadamente y sus ojos viajaron hasta
mi boca.
-Isabella Marie Swan, ¿quieres como esposa a Edward Anthony Masen Cullen?
-Si, claro que quiero- Edward soltó una pequeña carcajada al ver mi
ansiedad y antes siquiera de que el cura dijese las palabras finales, me
abalancé a él, acortando los pocos centímetros que nos separaban y lo besé, lo
besé con todo el amor que sentía por él y haciéndole saber que estaría siempre
a su lado.
Nos separamos por falta de aire y todos saltaron en sonoros aplausos y
silbidos por parte de Emmett por supuesto.
Deslicé el anillo sobre la suave piel de su dedo y de nuevo nos besamos.
Cuando nos tuvimos que separar, él puso su manos en mi vientre y pegó su
frente a la mía.
-Empecemos por un para siempre- me dijo sonriéndome y yo le volví a coger
de la nuca y lo atraje hacia mí.
-Espero que seáis felices- dijo el cura sonriente y nosotros nos cogimos de
las manos y comenzamos a avanzar hacia la familia.
-Hijo, Bella, qué alegría- nos abrazó Esme con lágrimas en los ojos y a mí
se me escaparon unas cuantas...- Felicidades- nos susurró antes de que Carliste
nos abrazara también.
-Bella, felicidades- me dijo Jasper besando mi mejilla y yo le sonreí-
Felicidades tío, no sabes la suerte que tienes- dijo mirándome con cariño.
-Lo sé, por eso jamás me separaré de ella- dijo Edward apretando mi mano en
señal de amor.
-Hermanito qué feliz soy...- dijo Alice abrazando a Edward. Alice era la
persona que se había encargado que ni Edward ni yo nos olvidáramos, Alice fue
la tercera persona que más había sufrido con todo esto y era la persona que
había conseguido que nosotros dos estuviésemos juntos, abriéndole los ojos a
Edward y abriéndomelos a mí, le agradecía toda mi felicidad.
-Yo también lo soy enana- le dijo Edward abrazándola más fuerte aún o al
menos lo que podían, ya que la barriga de Alice estaba enorme.
-Alice, gracias por todo- le dije cuando la enana venía para abrazarme,
ella se acercó a mí y me besó en la mejilla. Nos fundimos en un tierno abrazo y
las dos nos pusimos a llorar como magdalenas- Te debo toda mi felicidad y todo
esto es...
-Shhh, cálmate o si no el maquillaje se arruinará, gracias a Dios te puse
maquillaje waterproof- al escuchar esto último, todos comenzamos a reírnos
descontroladamente.
-Te quiero tonta- le dije besando su mejilla y ella me sonrió.
-Felicidades Bella- dijo Rosalie acercándose a mí, provocando que todos los
presentes, solteros o casados, se girasen para mirarle.
Era normal, ese vestido y ese cuerpo escultural no podía pasar
desapercibido.
-Gracias Rose- le dije abrazándole- Estás provocando al personal...- le
susurré y ella me soltó una sonora carcajada.
-Bueno... no era mi intención, pero ¡qué coño!- gritó provocando que todos
nos mirasen- Dentro de unos meses estaré como una vaca, tengo que aprovechar mi
cuerpo ahora que puedo.
-Yo sé una manera perfecta para aprovecharlo...- dijo Emmett palmeando el
trasero de Rose sin nada de delicadeza y todos estallamos en carcajadas.
-Si Emmett- dijo Edward con una sonrisa y Rosalie se dirigió hacia él.
-Cuñadito he de decirte que estás guapísimo- le dijo Rose y Edward le
sonrió ladinamente, creído...
-Tú también estás espectacular- la abrazó con mucha ternura. Estos dos se
llevaban bien desde el principio.
-Eddie- dijo Emmett a sabiendas que a Edward no le gustaba nada ese apodo-
Ya tienes carta blanca para tirarte a la pobre Bella- gritó más alto de la
cuenta y Alice que estaba abrazando a Esme, se giró y le dio una colleja
fuerte.
-Auch- dijo tocándose la nuca.
Rosalie que estaba abrazando a Edward, se soltó y le dio una sonora colleja
donde Alice le había pegado.
-Auch bebé, ¿por qué?-dijo como un niño pequeño provocando otra ronda de
carcajadas.
Yo alcé mi mano y le di un “cariñoso” golpe en el brazo.
-Joder Bella... ¿Qué comes?- dijo acariciándose la parte dolida.
-Te dije que no te metieras conmigo.
-Oh, vamos, sólo quiero hacer rabiar a Eddie- de nuevo soltamos una sonora
carcajada, incluso Edward que miraba a Emmett con mirada asesina.
Todos los invitados, que ahora que alzaba la mirada y los veía... ¡¡Eran
cientos!! Por dios... le había dicho a Alice que quería una boca discreta, pero
no, claro, la palabra discreto con Alice, no podrían mezclarse jamás...
Me felicitaron personas que no había visto jamás, pero lo único que no podía
hacer era enfadarme con Alice, ella tenía su buena voluntad y todo lo que había
organizado lo merecía, no le diría nada.
Yo me limitaba a sonreír y a sostener la mano de mi esposo, qué bien sonaba
eso.
Jamás separamos nuestras manos y yo no podía estar más feliz.
Edward pov.
Estaba hecho un manojo de nervios y mi hermano aconsejándome posturas y
demás para mi noche de bodas no ayudaba...
-Emmett- gritó Jasper y yo lo miré con sorpresa. Era la primera vez que
Jasper gritaba y sin duda se lo agradecí con la mirada, no podía estar más
nervioso...
Todos estábamos vestidos ya, esperando a que todos los invitados llegasen,
para que yo esperara a mi diosa en el altar.
-Lo siento hermano, pero tengo que enseñarte bien para no cagarla.
-Emmett, ¿crees de verdad que, después de haber perdido la virginidad con
Bella y haberla dejado embarazada, necesita clases sexuales?- dijo Jasper fuera
de sí y mi hermano Emmett y yo nos quedamos con la boca abierta. Jamás habíamos
escuchado esas palabras de Jasper y menos con ese tono tan fuerte...
-Gracias Jasper por haberle callado- le dije señalando a mi hermano que no
salía de su estado de shock. Jasper sólo me sonrió.
-Chicos ya están todos los invitados- dijo papá entrando a mi antigua
habitación. Miré hacia el jardín y efectivamente, todos los invitados estaban
sentados en sus sitios.
Mi habitación era la única que tenía enormes ventanales que daban al
inmenso bosque y al jardín de mi madre.
-Gracias papá- dije levantándome y él me apretó en el hombro antes de
abrazarme, para reconfortarme.
-Te diría que no te pongas nervioso, pero eso es una tontería- dijo con
humor- Es irremediable estarlo cuando vas a unirte a la mujer de tu vida-
deshizo el abrazo, me sonrió y se fue.
-Vamos tío- dijo Jasper tocando mi hombro y yo asentí.
-No me extraña que mi hermana tenga ese barrigón...- dijo Emmett pensando
en voz alta y Jasper y yo nos miramos y soltamos una carcajada- ¿Qué?- gritó
indignado Emmett- Después de semejante vocabulario, mi sobrino saldrá
pervertido...- dijo con una mueca muy graciosa y no pudimos más que reírnos.
-Si Emmie- dijo Jasper con el diminutivo que usaba mi cuñada. De nuevo
comenzamos a reírnos y Emmett no pudo más que sonreír.
Salimos al exterior y me topé con muchísimas caras conocidas, entre ellas a
Jacob, si, ya me caía bien, decir que antes era mi peor pesadilla era quedarse
corto...
Siempre estábamos enfrentados por el amor de Bella, pero ella me eligió a
mí y yo no podía estar más feliz...
Mi diosa...
¿Qué estaría haciendo? ¿Se arrepentiría de casarse conmigo?
Tonterías... grito mi conciencia y por primera vez la escuché...
Bella te ama más de lo que te puedes imaginar, no tienes más que recordar
la forma cómo se entrega a ti, te dará un hijo y nunca te ha dejado de amar.
Por Dios Edward, no ha estado con ningún otro tío que no hayas sido tú. Sonreí
ante este último pensamiento.
-Edward, tío, ¿qué tal?- me dijo Jacob abrazándome y yo el correspondí.
-Nervioso.
-Te entiendo, aunque aún no me haya casado, puedo imaginármelo- me sonrió-
Edward, te presento a Leah, mi prometida- me dijo señalando a una preciosa
mujer de cabello negro azabache.
-Hola Leah, encantado- le dije besando su mejilla derecha.
-Igualmente- me sonrió.
-Bueno tío espero que Bella no te haga mucho sufrir, ya sabes que es
indomable- dijo Jake y tuve que reírme al recordar a una Bella de diecisiete
años montando en las motos de la reserva mejor que los chicos, mejor incluso
que Jake.
-Tienes razón, no hay nadie quien la cambie, siempre la he querido así.
-La verdad es que si, sólo cuídala, ¿vale tío? Es una persona que
verdaderamente vale la pena.
-Lo sé, tengo mucha suerte al estar con ella.
-Edward, papá me ha dicho que están a punto de bajar- dijo Emmett cortando
la conversación entre Jacob y yo y sólo asentí.
-Después nos vemos Jake- le dije avanzando hacia el altar.
Segundos más tarde sonó la hermosa melodía que me indicaba que mi preciosa
prometida pronto estaría a mi lado.
No podía decir cuánto la amaba.
Pronto, muy pronto apareció en todo su esplendor y me quedé con la boca
abierta literalmente...
Esta hermosa, preciosa, espectacular... No había palabras para describirla,
dicen que las mujeres en el día de sus bodas están radiantes... con Bella ese
dicho se queda corto...
El vestido se ajustada a sus suaves curvas con delicadeza, como si de una
segunda piel se tratase. El busto parecía más grande con el corte del vestido y
el recogido no podía ser más hermoso.
Estaba perfecta.
Estaba radiante.
Nuestras miradas se conectaron y jamás cortamos esa conexión.
Pronto llegaron a mi lado.
-Te quiero como a una hija- le susurró mi papa antes de darle un beso en la
frente y yo sonreí como un idiota, toda la familia la quería y yo no podía
estar más - Estás preciosa- dijo entregándome las manos de mi futura esposa. Yo
las cogí delicadamente y le sonreí con su sonrisa favorita.
-Estás hermosa- le susurré antes de juntar nuestros labios, necesitaba -
Aunque eso te lo habrán dicho muchas veces hoy- dije besándole sus suaves
manos- No hay palabra para describir tu belleza- le dije con una voz ronca
incontrolada... Su perfume era exquisito y no creía mucho en mi fuerza de
voluntad, sólo quería tenerla en mis brazos y amarla con prisa, la
necesitaba...
-Tú estás perfecto, como siempre- me dijo con una sonrisa putamente sexy y
yo sólo pude devolvérsela.
Al cabo de una hora exactamente, que se me hizo eterna, el cura nos declaró
marido y mujer y ahora sí que podía decir que era el hombre más feliz del
mundo.
-Edward Anthony Masen Cullen, ¿prometes amar y respetar a Isabella Marie
Swan en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad todos los
días de tu vida?
-Lo prometo- dije mirándola con todo el amor que sentía por ella y le
acaricié el dedo en el que llevaba el anillo de pedida.
Estaba ansioso por poder tocar su suave y dulce piel, en este último mes
tan sólo le había hecho el amor una vez, estaba muy cansada cuando llegaba a
casa y yo me limitaba a besarla y a acunarla para que durmiera lo más
cómodamente posible.
Por más que me molestara la actitud de mi hermana, que no sé cómo carajo no
se cansaba con tanta tienda, no podía enfadarme con ella y menos con Bella, lo
estaban haciendo todo lo más rápido posible para que la boda saliese bien y se
lo agradecía en el alma.
- Isabella Marie Swan, ¿prometes amar y respetar a Edward Anthony Masen
Cullen en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad todos los
días de tu vida?
-Lo prometo- dijo con mucha seguridad y yo le sonreí feliz.
- Edward Anthony Masen Cullen, ¿quieres como esposa a Isabella Marie Swan?
-Si, quiero- le dije mirándole con amor, cariño, ternura, deseo, lujuria,
pero sobre todo con amor, con muchísimo amor.
Deslicé suavemente el precioso anillo y no le podía quedar más perfecto.
- Isabella Marie Swan, ¿quieres como esposa a Edward Anthony Masen Cullen?
-Si, claro que quiero- tuve que soltar una pequeña carcajada al ver su
ansiedad, ni siquiera esperó a que el cura nos declarase marido y mujer, ni
tampoco para colocarme el anillo. Simplemente se abalanzó sobre mí y me dio el
beso más espectacular que me había dado jamás, estaba lleno de amor y de deseo
contenido y yo ni siquiera me controlé. La besé como si mi vida dependiera de
ello.
Muy pronto para mi gusto tuvimos que separarnos por falta de aire y nos
miramos a los ojos con mucha intensidad. De nuevo unimos nuestros labios y
todos los invitados, que habíamos olvidado, saltaron en aplausos y mi hermano
Emmett comenzó a silbar.
De nuevo nos separamos y mi mano se dirigió hacia su vientre, dónde crecía
mi hijo, moví mi mano suavemente y pegué mi frente con la suya.
-Empecemos por un para siempre- le dije sonriéndole y ella me cogió de la
nuca, cómo sólo ella sabía hacerlo y me atrajo hacia ella.
Sin duda era el mejor día de toda mi vida, la mujer que más he amado, amo y
amaré se había unido para estar siempre a mi lado. Me da igual que sonase
cursi, pero era lo que mi corazón sentía en estos momentos.
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ZAPATOS DE BELLA
VESTIDO DE BELLA

PEINADO DE BELLA
VESTIDO DE ROSALIE
TRAJE DE EDWARD

VESTIDO DE ALICE
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