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Capítulo 14: Inolvidable**
(ESPECIAL
SAN VALENTÍN)
ATENCIÓN: ¡¡¡Capítulo
con mucho, mucho LEMON, y por
supuesto mucho AMOR!!!
Edward pov.
Se veía como un autentico ángel con ese vestido de seda andando entre
pétalos de rosas y velas...
Era perfecta.
Bella me miró interrogante y yo con mi mano le indiqué que siguiera.
Yo no podía si quiera hablar... estaba muy nervioso, esta noche sería el
momento en que nuestros futuros cambiarían para siempre y esperaba con toda mi
alma que fuera por buen camino...
Cuando llegó a la puerta de la habitación la abrió con mucho cuidado y su
cara demostró felicidad. Su mirada recorrió toda la extensión de la habitación,
pero como supuse, sus ojos captaron la hermosa caja de terciopelo verde que
descansaba encima de la cama.
Me miró con mucha, mucha felicidad y yo le sonreí con su sonrisa favorita.
Ella se armó de valor y se acercó a la gran cama blanca con cautela y yo no
pude estar más lejos de ella y la seguí de cerca.
Cogió la caja y el tacto le encantó, por la expresión de su cara.
-Ed... Edward, ¿qué es esto?- me dijo mirándome con la caja en su mano.
-Ábrela- le dije sin poder hablar mucho, mi voz estaba atascada en mi
garganta...
Abrió la caja con un cuidado casi imposible, dejando ver el hermoso anillo
de pedida.
Su cara era la más hermosa de todas, no se comparaba con nada y ese anillo
era perfecto para ella.
Comenzó a llorar, gruesas lágrimas bajaban por sus preciosas mejillas y ahí
supe que me aceptaría, me armé de valor y me arrodillé ante ella, ante mi
diosa...
-Isabella Swan, ¿tendrías el honor de casarte conmigo?- le dije con una
mirada cargada de amor, era el sueño de mi vida, casarme con la mujer que
siempre amé y ella no vaciló en ningún instante al contestarme.
-Si, claro que quiero ser tu esposa- me dijo llorando, pero se le entendió
a la perfección y mi pecho se llenó de felicidad incondicional. Se tiró
literalmente hacia mí y mi espalda dio con la suave alfombra.
Ahora era el hombre más feliz del mundo, con la mujer más hermosa de todas
y con un hijo en camino.
Ahora mi vida estaba completa.
-Bella me haces el hombre más feliz de todos, gracias mi amor- le dije
besándole en la frente, en los párpados, en la nariz, en las mejillas y por
último en los labios- Gracias, gracias mi amor, gracias- Yo no podía estar más
emocionado y ella se veía igual que yo. Le puse el anillo con mucha delicadeza
y brillaba al igual que ella- Sabía que te quedaría perfecto princesa- le dije
besándole su hermosa mano.
-Te amo, te amo con todo mi corazón- me dijo besándome en
los labios y yo instintivamente comencé a acariciarle la espalda, con mucho
cuidado.
Cogí a Bella de nuevo en brazos y la senté al borde de la
cama. Comencé a quitar sus zapatos con mucha suavidad y los dejé a un lado.
Le besé los tobillos, las pantorrillas y fui subiendo el
vestido en el proceso.
-Tus piernas son perfectas- le dije con voz ronca, estaba
muy excitado... Esta mujer era toda una tentación para mí.
Le subí el vestido hasta que la tela me lo impidió y sin
pensarlo dos veces, me levanté y la cogí de la mano para que ella se levantase
conmigo.
Mis dedos fueron hasta los pequeños botones que sujetaban
el vestido y los quité uno a uno sin prisas, haciéndola querer más por
segundos...
El vestido se deslizó por el suave cuerpo de mi ángel y
quedó expuesta ante mí el cuerpo más perfecto que había visto jamás...
Tenía suaves curvas, pero intensas, típico de su madurez,
nada que ver con la preciosa niña de 17 años con la que perdí mi virginidad,
esa experiencia era INOLVIDABLE, al igual que todas las que había compartido
con ella...
Sus pequeños hombros estaban rectos provocaba que el
estrechísimo corsé que llevaba, se viera espléndido, sus pechos estaban
apretados al máximo, pero con una delicadeza exquisita, ese canalillo sería mi
muerte...
Y ya ni que hablar de sus torneadas piernas... Eran
finas, pero con una musculación disimulada...Absolutamente algo antinatural,
era perfecta...
-Eres perfecta- le dije mirándola sin ningún pudor, ya no
tenía que tenerlo, sería mi mujer pronto y era mía. Miré su cara y ésta no
estaba ruborizada, lo que hizo que mi cuerpo reaccionara a tal punto que mi
erección era ya dolorosa. Estaba buscando su liberación entre mi bóxer y mis
pantalones.
Bella se acercó vacilante hacia mí y me cogió fuertemente
del cuello y mis manos llegaron a sus nalgas y las apreté con fuerza, pero sin
hacerle daño, provocando que un gemido saliera de su preciosa boca, yo le
sonreí triunfante y la impulsé para que sus preciosas piernas quedaran
alrededor de mi cintura. Ahí comenzamos nuestra danza apasionada, nuestras
lenguas danzaban juntas en una sincronización perfecta, luchando la una con la
otra.
Bella comenzó a deslizar mi chaqueta y me tensé al
instante, el roce de sus dedos con mi cuerpo era perfecto, sintiendo millones
de corrientes eléctricas. Mi corbata desapareció por un fuerte jalón y la miré
con mucha, mucha lujuria y ella me sonrió deliciosamente, estaba jugando... y a
mí me encantaba ese juego.
Al instante, me quito uno a uno los botones de mi camisa,
con una lentitud torturante, ahora me devolvía la moneda, lo mismo que había
hecho yo con ella. Sus dedos pasaban por mi pecho a propósito cada vez que
quitaba un botón
-Edward- me llamó de repente con ¿inseguridad? ¿Se
arrepentía de haberme dicho que sí? Yo la miré con súplica- Quiero que sepas
algo importante- Ahora mi mirada era interrogante- Eres el primer y único
hombre con el que he hecho el amor y espero que sea así para toda la vida- me
dijo sonriéndome y yo me quedé estático. ¿De verdad que no se había entregado a
ningún otro hombre?
-¿De... de verdad?- le dije incrédulo y ella asintió.
Era, era verdad... Yo era el único hombre de su vida y ahí supe que siempre fui
INOLVIDABLE para ella, al igual que ella para mí, mi pecho creció más aún, como
si eso fuera posible... - Gracias mi amor, no sabes lo importante que es eso
para mí, ahora me siento completo- le dije besándola con todo el amor que
sentía por ella y apreté sus hermosas nalgas.
Se deshizo de mi camisa en segundos y sus suaves dedos
pasaban por mis brazos con mucha delicadeza... Toda una tortura.
De mis labios salieron audibles gemidos debido a la
elegancia de sus caricias... y ella sonreía satisfecha...
Ya no pude soportar más estar jugando a este magnífico
juego y la tumbé en la cama lentamente y con mucha, mucha delicadeza, pero ella
fue mucho más rápida que yo y se sentó en la cama. Mi mirada se convirtió más
ardiente aún, con más deseo contenido, quería hacerla mía desde antes siquiera
de haberla visto vestida así, era un imán que me provocaba y que me hacía
perder la razón.
Ella por su parte me quito la hebilla de mi cinturón con
un fuerte jalón, tal y como hizo con mi corbata y yo la miraba como si fuera el
único ser de la tierra, la única mujer por la que tenía ojos, mi mujer... Y lo
que me encendió aún más fue su mirada de lujuria hacia mi pecho...
-Dios Edward, estás buenísimo- dijo sin ningún tipo de
pudor y eso me encantó. Se arrodilló frente a mí y se acercó con decisión.
No pudimos evitar el gemido que salió de nuestras bocas,
el ardiente beso estaba lleno de pasión, deseo y lujuria, pero siempre con todo
el amor que podía sentir por ella.
Su boca sabía deliciosa, era como una droga para mí,
necesitaba su saliva para seguir viviendo.
-Tú si que estás buena señora de Cullen- le dije con mi
sonrisa más pícara cuando tuvimos que separarnos por falta de aire- Tienes un
cuerpo perfecto, de ángel y demonio a la vez, puedes ser buena y mala a la
vez... me encantas- le dije con toda la sinceridad del mundo, era una mezcla
explosiva que me hacía enloquecer. Ataqué de nuevo sus labios de diosa y gimió
más fuerte.
Ahora era el momento que mi erección pedía su liberación
a gritos y yo encantado se la di, no pudiendo soportar por más tiempo el deseo
contenido que tenía hacia mi mujer. Qué bien sonaba eso de “mi mujer”...
Quité mis estorbosos pantalones y por supuesto el
estorboso bóxer, dejando mi erección libre por fin...
Su mirada estaba clavada en mi erección, con mucha, mucha
lujuria...
-Dios...- susurró muy bajito, pero audiblemente y yo sólo
le pude sonreír torcidamente, cómo me gustaba que me mirase sin ningún pudor...
-Edward- gimió aún más y ahí supe que ya nada me detendría, la cordura se había
ido al carajo y ahora estaba la locura... Locura por esta maravillosa mujer.
-Mmmm- dije quitando el molesto corsé, liberando sus preciosos
pechos, que se alzaban ante mí con majestuosidad... era perfecta, la mirase por
donde la mirase... Ataqué su pezón derecho, rosado y caliente y se me hizo la
boca agua... Ella gemía incontrolablemente y yo sonreía con orgullo. Al
instante ataqué su otro pezón, reclamando mi atención y ella gemía y gemía.
-Edward...- gimió más fuerte aún y yo subí hacia su oído
para susurrarle lo increíble que era, el espectacular cuerpo que tenía que me
hacía perder la cordura, que estaba deseando que fuera mi mujer y muchas cosas
más... Baje de nuevo hacia sus hermosos pechos y ella arqueaba su espalda en
cada lamida y yo no podía estar más orgulloso por provocarle a mi diosa tanto
placer...- Edward... no lo soporto más...
Ahí tuve un momento de cordura y pensé en lo sensible que
estaría su cuerpo debido al embarazo, sabía que las hormonas las tendría
revolucionadas y que su cuerpo respondía a cada simple toque, más fuertemente
que antes y eso me enloqueció aún más, como si eso fuera posible...
-Vente para mí preciosa- le dije bajando hacia su
clítoris y lo acaricié lentamente, para introducir un dedo en su cavidad y
comencé a bombear suavemente, estaba húmeda y caliente... era algo
indescriptible... algo impresionante y encima estaba más estrecha que de
costumbre... Dios...
Ella me susurraba que le diera más placer y seguí con mi
juego...
- ¿Quieres más?- le dije con la voz más excitaba de toda
mi vida...
Bella cerró los ojos y supe que estaba a punto de llegar
a su tan esperado orgasmo...
No pude esperar más y la poca ropa interior que le
quedaba se la arranqué literalmente, no podía contenerme y me coloqué encima de
ella con suma delicadeza.
-Te amo más que a mi propia vida- le besé tiernamente y
comencé a penetrarle con mucha suavidad y ella enseguida clavó sus uñas en mi
espalda y de sus preciosos labios comenzaron a salir gemidos maravillosos,
inundando toda la habitación
-¡Edward!- gimió cuando comencé a penetrarla un poco más
rápido, pero sin dejarme llevar, no podía hacerlo, tenía que ser suave con
ella, aunque después me pidiera más y más, eso era lo que deseaba, darle el
mayor placer de todos.
-Dios... Bella...- le susurré y se estremeció a causa de
mi aliento, yo sólo pude sonreír- Eres toda una tentación para mí- dije
empujando un poco más fuerte...
-¡Edward, más!- me exigió como esperaba y de nuevo le
sonreí, nuestras miradas de conectaron y no podía dejar de mirar esos preciosos
ojos marrón chocolate que tanto me llamaban, que tanto amaba y Bella tuvo un
estremecimiento por todo su cuerpo, dando la llegada a un nuevo orgasmo... Yo
sólo pude sonreír orgulloso...
-Eres tan estrecha
y caliente...- dije al borde de la locura y la besé de nuevo empujando más
fuertemente, ahora era un vaivén sin tapujos, totalmente desenfrenado, era el
paraíso- Estás tan húmeda...
La habitación estaba inundada por los maravillosos
gemidos que salían de nuestras bocas y el sonido de nuestros sexos chocando...
ahora mismo era el sonido más perfecto de todos...
-Bella, oh, Bella...
-Edward eres perfecto- rompió la conexión de nuestras
miradas y comenzó a mirarme el cuerpo con deseo y cómo agradecía ahora mis
horas en el gimnasio...
Sus dientes atraparon su perfecto labio inferior y me
tocó el torso.
-Eres un auténtico Dios griego, mmmm- yo sólo pude
empujar más, sin poder hacerlo más profundamente.
-Y tú eres un ángel con cuerpo de demonio, eres
irresistible- le miré con picardía y mi clímax llegó.
-OH, DIOS, BELLA- grité lo más alto que pude y ella llegó
a su tercer orgasmo, yo no podía estar más orgulloso y mi cuerpo cayó encima del
de Bella pero aguantando todo mi peso en mis brazos. Nuestros cuerpos
resbalaban a causa del sudor que recorría en ellos.
Y me coloqué al lado de ella y la estreché entre mis
brazos, no quería que estuviera separada de mí a más de un milímetro...
-¿Qué tal un
baño?- le dije sonriéndole, ya que nos esperaba un jacuzzi con la temperatura
perfecta y por supuesto el agua estaba impregnada de pétalos de rosas por
doquier y las velas era la única luz que iluminaba el baño... Era una sorpresa
para Bella y de pronto me acordé de algo... - ¿Cuántos orgasmos has tenido
señorita Cullen?- ella no respondió, me dio un golpe en el brazo en broma y yo
sólo pude sonreírle.
-Pues bastantes, agradéceselo a tu hijo- me dijo como si
nada... y yo sabía de lo que estaba hablando... estaba más sensible que de
costumbre.
-Más bien tengo que agradecérmelo a mí mismo por haber
conseguido que la mujer más hermosa del planeta haya tenido tres fabulosos
orgasmos entre mis brazos- le dije vacilante, por ser el causante de ese
magnífico placer y por saber con exactitud sus orgasmos. Ella me abrazó pegando
su sexo al mío y de nuevo mi miembro creció hasta límites insospechados...
Bella pov.
-Ed... Edward, ¿qué es esto?- le dije mirándole con la caja en mi mano.
-Ábrela- me dijo sin más.
Yo le hice caso y abrí la caja con un cuidado extremo, encontrándome con el
anillo más hermoso que jamás había visto. El anillo era finísimo, de oro
blanco. Tenía un diamante justo en el centro donde estaba engarzado por el
mismo oro, era... perfecto.
En ese momento gruesas lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas...
-Isabella Swan, ¿tendrías el honor de casarte conmigo?- me dijo con la
mirada de amor más maravillosa que había visto en toda mi vida.
-Si, claro que quiero ser tu esposa- le dije llorando, pero mi voz se
entendió a la perfección, aunque estuviera atascada en mi garganta.
Me tiré encima de él literalmente y su espalda dio con la suave alfombra
que había en el suelo.
-Bella me haces el hombre más feliz de todos, gracias mi amor- me dijo
besándome en la frente, en los párpados,
en la nariz, en las mejillas y por último en los labios- Gracias, gracias mi
amor, gracias- Edward estaba muy emocionado y mis lágrimas no dejaron de caer
incontroladamente, ahora era la mujer más feliz del mundo- Sabía que te
quedaría perfecto princesa- me dijo besando mi mano izquierda, donde tenía
puesto el precioso anillo.
-Te amo, te amo con todo mi corazón- le dije besándole en
los labios y él comenzó a acariciar mi espalda suavemente.
Edward me cogió en brazos y me sentó al borde de la cama.
Me quito los zapatos con mucha suavidad y los dejó a un lado.
Me besó los tobillos, las pantorrillas y fue subiendo mi
vestido en el proceso.
-Tus piernas son perfectas- me dijo con voz ronca, señal
de que estaba excitado, muy excitado...
Siguió subiendo el vestido hasta que ya no pudo y más y
se levantó, pues estaba de rodillas e hizo que me levantase yo. Y en una acción
inesperada para él, me senté en la cama y le quité de un jalón salvaje el
cinturón, él me sonrió y comenzó a quitarme los diminutos botones que tenía
detrás en mi espalda y la suave tela se deslizó por mi cuerpo, haciendo que me
quedase tan sólo con el sexy picardía. Cuando quedé expuesta ante él tan sólo
con ese sexy picardía, su mirada se oscureció aún más, como si eso fuera
posible...
-Eres perfecta- me dijo mirando todo mi cuerpo sin ningún
pudor y yo por primera vez no tuve vergüenza, si no que lo cogí fuertemente por
el cuello y lo acerqué a mí. Él por supuesto, puso sus manso en mis nalgas y
las apretó fuertemente, provocando que un gemido saliese de mi garganta, él me
sonrió triunfante y me impulsó, quedando mis piernas alrededor de sus caderas y
comenzamos a besarnos muy apasionadamente, como la primera vez que hicimos el
amor, igual de pasional y es que este hombre era un pecado mortal...
Yo por mi parte, deslicé su chaqueta por su tonificada
espalda y sentí sus músculos tensarse... era todo un Dios griego...
Seguidamente mis dedos fueron a los botones de su camisa, quitándolos de unos
en uno y con una lentitud increíble.
-Edward- le llamé, quería que supiera algo importante,
quería que supiera lo mucho que lo había amado todos estos años y por eso no me
había podido entregar a nadie...- Quiero que sepas algo importante- le dije
mirándole y él me miró interrogante- Eres el primer y único hombre con el que
he hecho el amor y espero que sea así para toda la vida- le dije con una
pequeña sonrisa.
-¿De... de verdad?- me dijo incrédulo y yo asentí-
Gracias mi amor, no sabes lo importante que es eso para mí, ahora me siento
completo- me dijo para atacar de nuevo mis labios y apretar mis nalgas más
fuertemente.
Yo me deshice de su camisa totalmente, pasando mis dedos
por sus fuertes brazos y él gemía audiblemente a causa de mis caricias y cómo
me gustaba ser la causante de tan maravilloso sonido...
Se movió lentamente dejándome tumbada en la cama, pero yo
fui más rápida que él y me senté, provocando una mirada de deseo por parte de
él. Le comencé a quitar la hebilla del cinturón y se lo quité de un fuerte
jalón. Él me miraba anonadado, al igual que yo, observando su fuerte torso.
-Dios Edward, estás buenísimo- le dije poniéndome de
rodillas en la cama y acercándome a él. Gemimos los dos juntos por el
apasionado beso, el cual duró bastante, su lengua exploró toda la cavidad de mi
boca, dulce y caliente, era una droga para mí.
-Tú si que estás buena señora de Cullen- me dijo con una
sonrisa- Tienes un cuerpo perfecto, de ángel y demonio a la vez, puedes ser
buena y mala a la vez... me encantas- me dijo atacando mi cuello y yo gemí más
fuertemente.
No sé cómo lo hizo, pero el estorboso pantalón
desapareció, al igual que su bóxer, quedándose totalmente desnudo. Su erección
parecía agradecer la liberación, porque se alzaba con majestuosidad ante mis
ojos.
-Dios...- susurré muy bajito y él dándose cuenta me
sonrió torcidamente.
-Edward- gemí alto.
-Mmmm- dijo quitando el corsé, liberando a mis pechos.
Atacó mi pezón izquierdo y creí morir de placer, después le dio toda su
atención al otro y yo estaba en el cielo, más bien, en el paraíso.
-Edward...- gemí y gemí y él subía y me susurraba cosas
increíbles. Mi orgasmo llegaría en cualquier momento. El embarazo había provocado que mi cuerpo estuviera más
sensible de lo normal y por tanto me vendría muy fácil y más
intensamente-Edward... no lo soporto más...
-Vente para mí preciosa- me dijo introduciendo un dedo en
mi cavidad... y yo ahí creí morir. Comenzó a bombear deliciosamente y de mi
boca sólo salía la palabra “Más” y “Más”- ¿Quieres más?- me dijo con la voz más
ronca aún y yo cerré los ojos ante la oleada de placeres que me daba mi amado.
Llegué, llegué a mi orgasmo tan esperado y Edward no
perdió ni un instante. Me quitó lo que me quedaba de ropa interior y se colocó
encima de mí.
-Te amo más que a mi propia vida- me besó tiernamente y
comenzó a penetrarme suavemente. Yo inconscientemente clavé mis uñas en su
espalda y comencé a gemir, tan rápido y tan fuerte como pude...
-¡Edward!- comenzó un vaivén lento y tortuoso.
-Dios... Bella...- me susurró en el oído y yo me
estremecí por su aliento cálido- Eres toda una tentación para mí- me dijo
empujando más fuerte y yo estaba llegando a mi segundo orgasmo.
-¡Edward, más!- le exigí y él me sonrió, a partir de ese
momento nuestras miradas se conectaron y de nuevo, toqué el cielo con la punta
de mis dedos, él al darse cuenta sonrió orgulloso.
-Eres tan estrecha y caliente...- me besó de nuevo y
empujó más fuerte aún, manteniendo un vaivén desenfrenado, era una delicia-
Estás tan húmeda...
El sonido de la fricción de nuestros sexos era el sonido
más maravilloso de todos... al igual que nuestros gemidos, que inundaban toda
la habitación.
-Bella, oh, Bella...
-Edward eres perfecto- quité su mirada y comencé a
mirarle el cuerpo de Dios griego que tenía, con el sudor resbalándole por todo
el torso y sus abdominales bien marcados, moviéndose con una sincronización
imposible. Inconscientemente, mis dientes atraparon mi labio inferior y no pude
contenerme a tocar tu torso- Eres un auténtico Dios griego, mmmm- empujó más
fuerte aún, como si eso fuera posible.
-Y tú eres un ángel con cuerpo de demonio, eres
irresistible- me dijo mirándome con picardía y el vaivén pronto terminó...
-OH, DIOS, BELLA- gritó alto Edward y eso fue lo que
faltó para que mi tercer orgasmo llegara. Llegamos juntos al clímax total y
cayó encima de mí con mucho cuidado, nuestros cuerpo estaban resbalosos, a
causa del sudor.
Se colocó a mi lado y me abrazó fuertemente, juntando su
cuerpo con el mío.
-¿Qué tal un baño?- me dijo sonriéndome y yo asentí-
¿Cuántos orgasmos has tenido señorita Cullen?- yo le di un tortazo en el hombro
en broma y él me sonrió.
-Pues bastantes, agradéceselo a tu hijo- le dije
haciéndome la desentendida.
-Más bien tengo que agradecérmelo a mí mismo por haber
conseguido que la mujer más hermosa del planeta haya tenido tres fabulosos
orgasmos entre mis brazos- me dijo vacilante y de nuevo atacó mis labios. Yo lo
abracé pegando mi sexo contra el suyo y él gimió. Miré hacia su miembro y éste
crecía considerablemente de nuevo, yo sólo le sonreí con malicia...
Nos besamos apasionadamente de nuevo y él sin previo
aviso me cogió en brazos y me llevó hasta lo que supuse era el baño. Me dejó en
el suelo con un beso en la frente y abrió la puerta dejando ver el baño más
hermoso que había visto en toda mi vida.
Justo en el centro se encontraba un enorme jacuzzi con
burbujas y pétalos de rosas rojas moviéndose a causa de éstas...
Las toallas estaban perfectamente dobladas encima de un
mueble, eran de color rojo pasión, igualando con los miles de pétalos de rosas
rojas...
Y un sinfín de cosas de aseo... puestas meticulosamente
en los sitios más estratégicos...
No había luz, tan
sólo la tenue luz de las velas iluminaban la estancia, había velas por todos
lados, alrededor el jacuzzi, encima del lavabo, decorando todo el suelo y de
nuevo un camino para recorrer que te levaría hasta las escaleras del jacuzzi,
si, porque para entrar en él hacía que subir tres peldaños, decorados
sofisticadamente...
Las verlas eran aromatizadas, más concretamente con olor
a vainilla, mi olor preferido, aunque ahora ocupaba el segundo puesto, ahora mi
olor preferido era el de Edward...
Todo era perfecto... junto a él. Me volví y en su cara vi
un sinfín de emociones, desde la alegría hasta la ilusión y no esperé más y lo
envolví en mis brazos.
-Edward, gracias mi amor- le dije al borde de las
lágrimas- Te ha tenido que costar muchísimo todo esto, sin incluir el anillo- le
dije abrazándolo más fuertemente...
-Shhh, mi amor, no llores- me dijo apartándose de mi para
limpiarme las lágrimas y me miró con mucho amor- Esto no es nada para lo que tú
has hecho con mi vida- me besó y fue un beso salado a causa de mis lágrimas,
pero dulce por todo el amor con el que me besó... – Mi vida es completa a tu
lado mi vida, lo eres todo para mí- me dijo dándome suaves y cortos besos por
toda mi cara y yo le sonreí feliz.
Recorrí el hermoso camino hasta llegar al jacuzzi, Edward
se encontraba detrás de mí, siguiendo todos mis movimientos y me ayudó a
meterme en el jacuzzi.
-Dios...- murmuré sentándome dentro del jacuzzi- La temperatura
es perfecta- le dije a modo de gemido involuntario.
-Todo tiene que ser perfecto para una bella dama- me dijo
cogiendo mis brazos para que yo quedara encima de él, con mi espalda pegada a
su pecho musculoso y eso me ponía cada vez más... Su musculoso cuerpo de Dios
griego era toda una tentación y pensar que ya había tenido tres orgasmos...
La noche sería larga, muy larga, llena de placeres
incontrolados...
Restregué mi trasero a su miembro y éste aumentó aún más,
como si eso fuera posible...
-Bella...- susurró en mi oído y de nuevo un
estremecimiento me recorrió de pies a cabeza...- Eres una tentación que me
enloquece- me dijo apretándome más a su cuerpo y su miembro se apretó aún más a
mi trasero. No pude evitar gemir...
-Edward...- me volví porque de nuevo lo necesitaba dentro
de mí y me posicioné para que su miembro entrara en mí con rapidez, sin ningún
tipo de delicadeza, ahora yo necesitaba un placer duro, sin tapujos y menos con
suavidad...
Él me miró con placer, mucho placer, cuando su miembro se
introdujo completamente en mí.
-Dios... Bella- dijo posando sus manos en mis caderas y
ahí comenzó un nuevo vaivén desenfrenado.
Mis manos se posaron en sus hombros delicadamente, pero
cuando aumentó el ritmo, fueron mis uñas las que se posaron en su espalda. A él
no parecía molestarle, más bien le gustaba y fue lo único que necesité para
dejarme llevar a un lugar dónde sólo existiésemos él y yo, el paraíso...
El agua caliente y el aroma a rosas y vainilla aumentaba
el deseo, nuestro sexos estaban mojados, tanto por el agua como por la
excitación...
-Edward la tienes enorme...- le dije sintiéndolo más
profundamente que antes... quizás por el agua y estaba inundada por placeres,
no limitaba mis palabras ante él...
-Dios... Bella...- me dijo empujándome más hacia su
miembro y en ese momento me quise desfallecer...
-Ed...Edward...- no podía decir ni siquiera una frase sin
que estuviera entrecortada, perdí el hilo de mis pensamientos cuando miré a
Edward y su cara mostraba cara de placer infinito...
Eso aumentó aún más mi placer...
-Bella eres deliciosa mi amor, cabalga para mí...- dijo
dejando de hacer fuerza sobre mis caderas para empujar y me dejó a mí las riendas...
eso me encantó...
Cogí sus brazos con soltura y comencé a moverme
rápidamente, sin esperar indicaciones o suavidad, no quería nada de eso, quería
tenerlo siempre dentro de mí...
-Bella...- me besó adentrando su lengua totalmente sin
previo aviso en mi boca y sus manos se posaron en mi espalda para que estuviera
más cerca de él- Cómo me pones... DIOS...- dijo cuando sentí su miembro
palpitar dentro de mí, su orgasmo estaba a punto de llegar... y el mío estaba a
punto también...
Pronto llegamos a nuestro clímax y Edward mordió mi
cuello suavemente y yo le arañé más fuerte aún la espalda, mis manos habían ido
a ella mágicamente...
Mañana tendríamos marcas, pero nos daba igual...
-Eres una diosa- dijo en mi oído besando la nuca- pues yo
había caído rendida encima de él.
-Y tú un dios- le dije incorporándome y en su mirada
había amor. Yo sólo pude besarle de nuevo y él me abrazó con mucha ternura.
-Lo eres todo Isabella Marie Swan, todo- me besó en los
labios y sus manos se posaron en mi vientre- Bebé tienes una madre demasiado
ardiente y arrebatadora...- me dijo mirándome con picardía y yo lo miré con
vacilación.
-¿Sí? Pues la madre ardiente y arrebatadora no se ha
saciado aún...- le dije cogiendo su gran envergadura, a pesar de estar dormida
y él gimió de nuevo. Ése sonido era el más maravilloso de todos...
-Eres insaciable- me dijo besándome en la nariz y después
en los labios con desesperación- Aunque pienso hacerte el amor hasta que
amanezca- me dijo con voz pícara y con una sonrisa ladina.
-¿Quién es el insaciable ahora Cullen?
-Tú- me dijo con todo el descaro del mundo para de nuevo
penetrarme sin previo aviso...
Estuvimos toda la noche haciendo el amor, con todas las
posiciones y formas posibles...
Esta noche éramos insaciables los dos, nos habíamos
entregado en cuerpo y alma y ahora tan sólo quedaba esa maravillosa boda, que
esperaba con ilusión y nerviosismo...
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